Solo algo de lo que decimos lo dicen las palabras. Una parte, no sé, «un tanto por ciento» dirá algún filósofo del presente, es decir, cualquier periodista o cualquier economista. Nosotros no decimos nada sobre lo que hemos dicho, simplemente decimos. A veces con palabras. Otras, las más locuaces, con gestos, sonrisas, apretones, miradas o caricias. Casi siempre las más, diría. Con la respiración decimos. Con el aroma del cuerpo. Con el tacto de los dedos. Con el baile de los brazos. Con el lenguaje adusto de las piernas. Y en ocasiones, también con palabras repetimos lo que hemos dicho.