Lo imita la cigarra en tardes de verano entre matas de salvia. La alfombra de pinaza que cubre el bosque de coníferas cuando al caminar por encima los pasos van recordándolo. El canto de la abubilla, oculta entre las ramas, lo evoca con mayor dulzura. El agua que baja por el arroyo, algo precipitada, le copia ímpetu y resonancia. La pequeña cascada en el desnivel del terreno perfecciona el duplicado que imagina su despeñarse y de nuevo encontrar el cauce. Lo presagia la voz cuando regresa al bosque de los símbolos y los brazos cuando empiezan a rodear la cintura.