martes, 27 de septiembre de 2016

H \ instantánea 2


La imagen que uno tiene es fugaz y en contrapicado. Casi en nadir. La palabra Quirófano en el dintel de una puerta. Entra también en la visión el gorro del camillero, que es colorido y de fantasía, y entretiene del pastoso marrón del embaldosado en las paredes que cruzan otros gorros. Lugar que, precedido del cartel de «Prohibido el paso a toda persona ajena», permite entrar a quien solo ve un techo de placas de yeso y focos que deslumbran mientras mantiene una conversación con el anestesista, a cuyas preguntas falsamente animadas solo da una única respuesta: sí, quiero despertar.