Con mayor puntualidad que los vencejos que andan de paso por la ciudad aparece humeando cada primavera Guillermo López Lacomba. No se echa de menos a su lado cuanto fuimos antes de ser nada. Quedamos en un Café con terraza para fumadores y le encuentro ya departiendo sabiamente con su brandy. Siempre llega antes que yo. Tenaz. Lo primero que conocí suyo es lo que más admiro, aquellos poemas cristalinos. Habla en una voz que de tan tenue parece camuflada y su ovillada sintaxis olvida a propósito los conectores biempensantes, pero se le entiende más allá de lo que dice.