Llega de ninguna parte, ordena el viento a su favor, un
estrépito que reclama todas las atenciones mientras se le ve correr con
estruendo, una cinta de película mal regulada, y en un tris ya ha desaparecido
camino de ninguna parte. Deja la mente pensativa. Desorientada. A quién trae, a
quién se lleva. Las ramas de los árboles y los setos que acompañan su pasar de
manera enloquecida poco a poco regresan a la quietud. Las dos vías recobran su
resignación de trazos que añoran encontrarse. Ha pasado el tren. Su
intensidad. Queda el eco de los símbolos. Un hueco.