Las mañanas empiezan con un coro
de ninfas cuyas voces luminosas blanquean el horizonte. Con el vuelo invisible
de una libélula sobre los nenúfares recién abiertos en el lago. Con el manto
níveo de pétalos al pie del almendro solitario. Con los circunloquios en el
lenguaje clandestino de los pájaros. Con las nubes despistadas que se
equivocaron de borrasca. Con el tránsito de las abejas que recogen gotas de
dulzor en las flores y primorosas las almacenan. Con el inquieto maullido del
gato hambriento que araña los cristales de la puerta. Con el beso que crea el
mundo cada día.