jueves, 3 de abril de 2014

Cuaderno de tapas rojinegras \ 11


Compro en un puesto del mercadillo donde solo hay cerezas —hermosas, gordas, brillantes, apetitosas— un cuarto de kilo. La mujer recorta un pedazo de papel de estraza, hace en un instante casi de magia un cucurucho y lo llena con cerezas que elige de la parte posterior del montón que muestra. Me voy contento, feliz, ansioso por probar la delicia de los dioses. Pero abro el cucurucho y dentro solo hay un montón de cerezas, todas, sistemáticamente todas, podridas. Ni siquiera se me ocurre ir a reclamarlo: me ha regalado la más cruel de las metáforas por un precio ridículo.