El acuarelista de atardeceres ha comprado tubitos nuevos hoy y los prueba
en el apresurado cielo de diciembre. Un amarillo denso en el centro, naranjas
atenuados alrededor, granates a lo lejos, reflejos rosados en las nubes
deshiladas y en los cristales de los edificios de oficinas. Contemplo el cielo
de la ciudad entre las ramas secas de los tilos y los muñones de los plátanos
recién podados. Los ojos de los amantes buscan pájaros en las calles, se
aprietan uno contra otro como si estuvieran a punto de iniciar el vuelo. Nadie
dirá que acabas, año, si algo tuyo continúa.