Leo que la última palabra escrita por Freud fue Kriegspanik, quizá para
nombrar el ambiente de guerra que percibía en las calles, donde sus libros eran
amontonados en piras premonitorias. Era en 1939. Sesenta años antes Eça de
Queirós lo contó así: el diablo se presenta ante un oficinista y le promete enriquecerle
si toca una campanilla que matará a un mandarín en China. La toca. Kriegspanik: no hay diablo, ni promesa
de riquezas, ni mandarines en China (si acaso, algún vecino), pero sí la
campanilla en el velo del paladar a la que la lengua exaltada se aproxima.
Toca.