Crepita la voz del trovador
herido de amores en la sala de armas del castillo. La oigo cuando trinan los pájaros. No veo estos tapices torpes ni estos muebles con molduras
repujadas en latón, sino las piedras en forma de espiga y la huella del escoplo
en el respaldo de la silla. Donde tintinea un cascabel sobre la zapatilla de
seda, imagino la rudeza del cuero con salpicaduras de barro y goterones de
vino. Vivo este presente inocuo y falso solo en su pasado. Desprecio la lengua jabonosa de hoy, que transformo, en mi Goetz von Berlichingen, en hierro templado.