La ventana del
taller del artesano es su muestrario de colores. El azul brumoso. La tierra
sangre. La plata de los álamos reflejada sobre el temblor del agua. Frente a su
modelo, tritura pigmentos, los mezcla con paciencia. Sobre el trípode la vieja
olla cuece materiales encontrados en el bosque. De reojo, controla el ladrillo
falso tras el que guarda el pan de oro. Teje hilos, los vierte en el cubo del
tinte, deja que el sol de la mañana los seque. Cada tarde añade un detalle al
boceto. Un día, dedos de dos manos, entrelazará la hilatura del tapiz.