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Resulta fácil aficionarse al expendedor de sinalefas. Caben tan poquitas sílabas en el bolso de viaje de un jaiku que se echa mano de todos los compresores posibles. Por ejemplo, si se coloca dentro «un cepillo de dientes» apenas cabe «un calzoncillo», dos o tres también, pero cuatro ya no. Si echamos «dos camisetas», ya está lleno. Las sinalefas sirven para apretar las palabras dentro del verso. Gracias a la sinalefa, donde cabe un abrigo, entran también cuatro. Pequeños milagros de la dicción. Las aprecio tanto que sufro si leo uno de los brazos del jaiku donde hay seis sílabas.