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Mecanógrafo del teclado, el pianista se embosca entre sus propios brazos como ausentándose. Del contrabajo parecen emanar las volutas de humo que nublan sala y ritmo. La batería salta sobre los charcos y la trompeta corre calle adelante, así un loco que solo les hablara a las farolas. La música atronadora expande las almas que chocan contra las paredes y no queda un resquicio sereno en el club salvo la ínfima cavidad que han formado tu mano y la mía al apretarse juntas. Una gotita de luz azul, huida del escenario, la ha buscado para acostarse en su dulce regazo.
Mecanógrafo del teclado, el pianista se embosca entre sus propios brazos como ausentándose. Del contrabajo parecen emanar las volutas de humo que nublan sala y ritmo. La batería salta sobre los charcos y la trompeta corre calle adelante, así un loco que solo les hablara a las farolas. La música atronadora expande las almas que chocan contra las paredes y no queda un resquicio sereno en el club salvo la ínfima cavidad que han formado tu mano y la mía al apretarse juntas. Una gotita de luz azul, huida del escenario, la ha buscado para acostarse en su dulce regazo.