Peter Stamm (1963) traza la biografía de un buen tipo que de vez en cuando se convierte en un canalla. No se trata del que parece bueno y resulta el malo de la película, sino del bueno que al mismo tiempo es malo. Siento predilección por estos personajes cuya ambigüedad retrata con tanta exactitud nuestra época. Es un canalla al que perdonamos porque tiene la delicadeza de desvelarnos su intimidad, eso siempre provoca empatía. Y explica cuánto sufre, cómo las circunstancias son las que le conducen y otros quienes deciden por él. El lector asiente, justifica; se muere por justificarlo.