Los días, el miedo, la nómina, qué se yo, los horarios fueron apilándose a mi alrededor como sillares de un muro cada vez más alto, y la sombra que proyectaba acabó por secar la hierba y las flores que habían nacido en mi piel con sus caricias. Y lo que construí como defensa —¿de qué?, de la soledad, de las compañías desconocidas— se convirtió, con los años, en el auténtico enemigo. Fue entonces cuando la descubrí, estrecha aspillera abierta en la rutina para admirar el mundo con la belleza desnuda de sus pocos centímetros, y me devolvió a mí misma.
miércoles, 8 de junio de 2011
Fenêtres d'Aude 3
Los días, el miedo, la nómina, qué se yo, los horarios fueron apilándose a mi alrededor como sillares de un muro cada vez más alto, y la sombra que proyectaba acabó por secar la hierba y las flores que habían nacido en mi piel con sus caricias. Y lo que construí como defensa —¿de qué?, de la soledad, de las compañías desconocidas— se convirtió, con los años, en el auténtico enemigo. Fue entonces cuando la descubrí, estrecha aspillera abierta en la rutina para admirar el mundo con la belleza desnuda de sus pocos centímetros, y me devolvió a mí misma.