Acudo a la biblioteca universitaria y en los estantes donde había encontrado a Petrarca y Boccaccio, a Cavalcanti, a Dante, veo otros nombres. Será, me digo, mi despiste. Los busco. Otros títulos, siempre. En el lugar donde estuvo la Vita Nuova leo en el lomo de un volumen: Dialéctica entre la empresa informativa tradicional y la empresa informativa on-line. «En dos día se lo servimos —me explica el bibliotecario—, si hace la petición». ¿Y? «Se han tenido que retirar libros a un almacén que está en las afueras —añade—, son ejemplares que llevaban tres años sin ser solicitados».