Los primeros que han dejado de creer en la memoria son sus guardianes. Les interesa el escalafón: también les ha llegado la noticia de su condición mortal. Todo está en el partido: los jugadores, el público, las autoridades y ellos, los árbitros. Y cuando el estadio se haya quedado sin nadie, será un estadio vacío: batido por los murciélagos de la periferia. A los guardianes de la memoria les interesa sobre todo el fútbol: ese espejismo del arte, de la historia y de la literatura. Por eso añoran vestirse de negro y soplar un silbato. Escalafón: lo que haga falta.