Desperdiciar la mañana pintando el árbol que está ahí delante le parece, como a cualquiera que lo viera, un despropósito. Una pérdida de tiempo, sin duda; es decir, la pérdida de uno mismo, pues todo el mundo sabe que somos tiempo. Unta el pincel en el verde botella de vino y traza una sombra sobre el lienzo. ¿Y cuando no quede más tiempo para perderlo así? Se imagina que quedará el árbol y también el árbol pintado. Por este, en los Encantes, un vendedor desdentado pedirá cuarenta euros, y quien ha solicitado precio se dirá: no los vale el marco.