Foto MCP
La mañana que de un salto se subió a la caja del camión, había dejado la bicicleta apoyada en la baranda del puente que cruza el canal. Estuve observándole desde la cocina, y ni siquiera se dio la vuelta para despedirse de ella. Ni de mí. Pronto empezó a oscurecerse el metal de sus engranajes y a soportar la suciedad de los pájaros. Una tarde, el vecino tomó prestada una de las ruedas. El invierno la convirtió en un bulto blanco. La derribó un día el viento y algún transeúnte la apartó a un rincón, junto al poste del tranvía.