La habitación en el piso catorce presenta unas inmejorables vistas sobre el piso catorce del bloque de enfrente. Es una mole piramidal inquietante. Hay una ventana tapiada. Por la noche apenas se ilumina algún apartamento. Por la mañana una viejecita baudelairiana renquea en la terraza y trata de abrir, desde fuera, una ventana de la galería. Empuja la hoja, ésta no cede. Quisiera echarle una mano desde mi cuarto de hotel, tan cerca y con un abismo en medio. Se me ocurre imaginar su leyenda en cien palabras —baudelairiano ahora yo—, pero la ausencia de azoteas estanca la imaginación.