Es capaz de destrozar frases con los zarpazos gramaticales de su ruso. Nikita —le dicen— di tal palabra, y la repite para que se rían. Después sale corriendo y enlaza una pelota a sus pies. Cuando chuta los defensas rivales se tiran al suelo para evitar encuentros desafortunados. El portero, una vez adivinada la trayectoria del cañonazo, se estira fotogénicamente hacia el lado opuesto. Eres un crac, Nikita. Todos, incluso él mismo, creían que su vitalidad no tenía fin hasta que alguien le susurró: Oye, que Paola se ha enamorado de ti. Le alcanzó la melancolía; los defensas rivales respiraron.