En el pueblo tocan las horas la Torre del Reloj, junto a la vieja plaza (hoy aparcamiento del súper), y la Iglesia, una magnífica ermita románica. En los dos campanarios suenan auténticas campanas, no altavoces (felizmente). Una adelanta los cuartos, la otra no. Para no coincidir (digo yo), ambas dan la hora con una diferencia de seis minutos. Oigo las ocho y no he de salir corriendo, en un ratito volverá a sonar la misma hora. La segunda da las campanadas ciertas; la primera, las de antes del cambio horario. La ilusión de la hora temprana, minutos después se desvanece.