La furgoneta deja una densa nube negra en el lugar donde arranca. Como no hay brisa, le cuesta deshacerse. La observo y creo ver que el humo dibuja una palabra sobre el azul de la tarde. Abro el cuaderno por copiarla, paso las páginas atiborradas de caligrafía y he de llegar a la última para descubrir un pequeño espacio libre. No era en absoluto consciente de haber escrito tanto y de que, por ello, me quedara tan poco por contar. Cierro el cuaderno y lo deposito en el fondo del hatillo, incompleto. ¿Descubrirá algún día que he aprendido a engañarle?