domingo, 7 de julio de 2013

1881

Carolina Coronado recuerda a su hija muerta

Inhóspito lugar para quien despierte, la tierra. Su húmeda, áspera, doliente terquedad. Yerma negrura donde solo gusanos y alimañas transitan. Deja siempre, Carolina, hija, tu mano posada sobre el terciopelo de aquella cama para que sientas el calor de su luz si despiertas. Un espejo por si has de arreglarte el cabello, un tarro con polvos para tus sonrisas. Cuando despiertes del silencio con el que te ausentaste. Agreste refugio para quienes el corazón y las palabras y los sueños aman, la tierra. Inmunda sordera, clausura, sinrazón. Le hablo a las paredes, que no conocen mi idioma, hablándote a ti.