miércoles, 30 de enero de 2013

Grosziana / Intemperie 13

George Grosz 

Los dibujos que Grosz ideó como denuncia de su época, el movimiento de la historia —por decirlo con palabras grandilocuentes— parecía haberlos convertido en arqueología. O cuando menos en piezas de una didáctica que a veces sonrojaba por su simplicidad. Su trazo los convierte en entrañables, como un viejo candil. Poco más. Con esta idea me he plantado frente a la brutalidad de un dibujo y de repente han desaparecido su don arqueológico y su discurso histórico. De pronto la historia, su movimiento, ha convertido a Grosz en un visionario. Quien retrata el futuro al que quieren conducirnos. Que añoran.

lunes, 28 de enero de 2013

Grosziana / Rooms

George Grosz

Cuando desenvuelvo el bombón que deja el servicio sobre el cenicero salta el gusano que se me ha adelantado. Al descorrer las cortinas me alcanza un ácido olor a tabaco. Con la navaja de las uñas hago una melladura en la mesita. Creí que me consolaría sentirme en la mente de alguien el huésped que se dio aquel golpe. Las sábanas, húmedas. La calefacción hace gárgaras. El retumbar de pasos sobre la madera trae el corredor hasta el centro del cuarto. La ventana da a una hilera de coches aparcados. En el parabrisas de uno cualquiera leo mi destino: «Habitaciones».

sábado, 26 de enero de 2013

Grosziana / Café nocturno

Gerorge Grosz

Humean los pecados dúctiles
del candil. Sudan las paredes
las aguas que del río huyen ávidas.
Las jarras de cerveza deliberan
arduas cuestiones de filosofía.
Las puertas gritan si despiden
un ápice de condolencia.

Mira la luz que mira
en ojos que te miran
mirarlos con los ojos
turbios de tu deseo.

Chisporrotea el mal tabaco,
los salivazos lacan las maderas,
la gaseosa duerme sus burbujas.
la pianola conduce el coro
de los espejos. Otra noche
en el café. La luna, ausente.

En ojos que te miren
turbios de algún deseo
mira que estén mirando
los ojos que los miran.

miércoles, 23 de enero de 2013

1931

María Zambrano da clase de Filosofía

Se contempla para ser pone, ¿no?
—Yo qué sé. Es de la clase anterior. Bórralo.
—No, déjalo. Habrá que pensarlo.
—¿El qué, esa tontería? Con la batalla de Siracusa tengo suficiente.
—¿Así lo crees, una tontería?
—La letra no parece de un profesor.
—Una pintada no veo que sea. ¿Qué tocaba antes?
—Metafísica, creo. Quiero decir que no parece de un hombre.
—¿No salía una mujer joven cargada de libros el otro día?
—Es verdad, cuando llegamos, ahora que lo dices.
—Nosotros no tenemos tanta suerte.
—Nosotros solo tenemos bigotudos. Nada de metafísica.
Se contempla para ser. ¿Qué querrá decir?

lunes, 21 de enero de 2013

Grosziana / Miradme al menos

George Grosz

Si mirara. A veces se lo digo a los setos que cercan las flores en el jardín público. A las begonias se lo diría. Si mirasen, al mirar. A las petunias, que proliferan porque no le dan trabajo. A cubierto, al jardinero se le va la mañana en distribuir las hebras del tabaco. Muerto de risa, el rastrillo. Si la encontrara, tal vez sentada en un banco, bajo el sol de las camelias. Pero no planta camelias. Ni se sienta en el banco que comparto conmigo. Acaso por eso. Acudo. A que me mire. A que, al mirarme, me mire.

sábado, 19 de enero de 2013

Grosziana / En Berlín

George Grosz (fragmento)

Bosque de las luciérnagas,
sonata que ensayaba a su regreso
de la escuela en invierno, cobertizo
donde se oía el tren cada mañana
camino de Berlín. Maleta
atada con correas, niebla, luces
a lo lejos de pronto allí delante,
dos bocadillos, zumo, con las señas
de una calle en Berlín. Ventana
hacia un patio interior, gritos, peleas,
humedades del techo que le dicen,
como fantasmas de cinematógrafo,
¡qué suerte, en Berlín! Tranvías,
una carta de recomendación
que no tiene. La espera, un balde roto.
Asentir a un susurro en el café
es fácil en Berlín. Abrazo
que aplasta las luciérnagas.
 

jueves, 17 de enero de 2013

Grosziana / Nachtcafé

George Grosz 

Desafina la luz de los candiles desde las paredes ennegrecidas por su pasado. Las tablas del entarimado se hastían de solo merecer el taconeo de los borrachos y el escupitajo de los banqueros. Es cierto que entre sus resquicios las maderas guardan monedas de cobre que rodaron de alguna propina, inútiles sin embargo para detener la putrefacción de las cáscaras de altramuces jamás barridas. Las jarras guardan memoria de las salivas que transitaron por sus bocas y por ello sienten el orgullo que las aúpa a la consideración de meretrices. Al entrar la puerta no chirría, pero al salir sí.

martes, 15 de enero de 2013

Intemperie / 12


En la pantalla aparecen dos tipos que discuten. Andan empatados en todo, en gritos, en amenazas, en sinrazón. De repente, uno de los dos saca una arma. Ese gesto tiene un efecto inmediato, el silencio. Se callan, se detienen, no parpadean. Los dos saben quién tiene la razón en la disputa. El que pierde el debate reacciona, da una patada, y el arma cae al suelo. Los dos la miran. No se miran, como antes, cuando se peleaban. La miran a ella. Quien la alcance tendrá la razón. Cuando alguien se acostumbra a este irrebatible argumento, ¿cómo prescindirá de él?

domingo, 13 de enero de 2013

Grosziana / El poema del 13 del 13 del 13

George Grosz 

La melodía de un piano cuyas notas trasladan la presión sobre cada tecla a las mejillas y a la nuca de quien escucha. El rubor de un clarinete al que la voz aún no le ha cambiado. El trazo firme del violonchelo al caminar sobre las tablas de un precario entarimado. Nubes de color desprende la armonía sobre las butacas, y la realidad va tornándose una vaporosa materia a través de la cual solo se adivina cómo las certidumbres salen a bailar a los pasillos. Para que su perfume vague por la sala, para que la rotación no se detenga.

miércoles, 9 de enero de 2013

Grosziana / El parado

George Grosz

En qué travesía el hombre de rostro en sombra se desvía y sus pasos olvidan la entrada al laberinto. En qué instante el itinerario de ayer se ha convertido en el mismo que hará mañana por la mañana y mañana por la tarde. Idéntico al que hace hoy, un domingo en el que la luz, descansada, le presta su mejor azul a las fachadas. Y en el que la farola aprovecha que ahora puede ver para fisgonear a través de las ventanas la vida de los vecinos. En qué edad el gorro se transforma en hongo, el asombro en ceguera.

lunes, 7 de enero de 2013

«Brazos piernas cielo», de Isabel Bono

otra vida igual 
sin cambiar ni una letra 
de tu nombre
I.B.

Me gustan los charcos y a veces pienso que no todo el mundo los entiende, pero leyendo los versos de Isabel Bono con charco me doy cuenta de lo contrario, ¡lo que me queda por aprender de los charcos! Se diría incluso que en la página sus poemas son solo lo que aparece reflejado de ellos mismos en un charco de lluvia. Sobre todo aquellos que parecen escritos con tinta simpática y solo permiten que se lean los raros versos donde la pluma ha fallado y al apretarla ha dejado una incisión —un arañazo— legible en el papel al trasluz.

sábado, 5 de enero de 2013

El relatillo de la noche de Reyes


No, no puede ser. Primero el atasco por la cabalgata. Ahora no es que el asfalto se derrita, no, la sensación es la misma, pero el olor no. Una mierda. Será de camello. El atasco. Andando me adelantaban. Luego, plas, un caramelo en mitad del vidrio, bum, otro en pleno techo, cloc, un tipo que me atropella el coche por atraparlo. Y ahora, la suela del zapato... La suela de mi zapato echada a perder. Qué peste, ¿dónde voy yo así? «Señor, señor». Qué narices se le habrá perdido a este mocoso. «Que le traigan muchas cosas los Reyes, señor».

jueves, 3 de enero de 2013

«Monósticos», de Jordi Doce


Jordi Doce descompone la escritura en sus estructuras esenciales, atómicas, íntimas. Monósticos parece un poema visto al microscopio: su materia muestra lo nunca contemplado al mirarlo, sus átomos de métrica y de sentido. Las estructuras inusitadas son siempre una manera de adentrarse en significados inusitados para los que no hay roderas que conduzcan al poeta. Y en este ejercicio de introspección se trazan dos ámbitos simétricos, lo construido y lo desconocido. La senda hasta donde le dirige lo vivido, y la maleza que acecha al intentar salir no por donde uno ha entrado, sino por el otro lado del vivir.

martes, 1 de enero de 2013

El relatillo de Año Nuevo


La luz de la lámpara es una piedra que impacta sobre las aguas tranquilas de la página que lee. Un círculo alcanza el tablero oscuro de la ventana para dibujar con su tiza un arabesco. Ha de preparar un platito con doce uvas, pero aún hay tiempo. Una manta de lana cubre en el sofá sus piernas. Desde el tocadiscos suena un piano distante, como una letanía de los bosques. Debería cenar algo, tal vez. Una honda calma llega desde la calle y lo invade todo. De repente, un petardo, un griterío general, coches que pitan. Otro año. Continúa leyendo.