miércoles, 27 de febrero de 2013

Becqueriana / 3


Las calles del invierno, transitadas por sombras esquivas, desembocan necesariamente en un portal. Los hay luminosos y limpios, con apliques dorados en las paredes y un sillón de escay junto a los buzones. Su puerta no se atasca nunca y los propietarios piden datos por el interfono. Otros portales quedan entreabiertos y una corriente de aire los recorre inmisericorde. El yeso de las paredes se desprende a capas, podrido de humedades, y el suelo colecciona desperdicios. Huelen a rancio. Se oyen voces, un niño llora, las cucarachas inspeccionan. Si un vecino entra de súbito y nos descubre, solo nos insulta.

lunes, 25 de febrero de 2013

Becqueriana / 2


La luz de la tarde deja en silencio los claveles cantarines y el dulzor de la gardenia. Se despereza el jazmín antes de su trabajo en el turno de noche. Un perro ladra endecasílabos sombríos. Por el empedrado baja el tiempo hacia el puerto con cuidado de no perder la tapa de sus tacones. Corre a una cita. Ha quedado para cenar con un marino. Al levantar los ojos de la página, en el momento de pasarla, veo la paleta del crepúsculo en sus mejillas. Le digo con la mirada que me gusta. Ni me ve. Pienso en nadie. Leo.

sábado, 23 de febrero de 2013

Becqueriana / 1


La tapa corredera del plumier descubre mi museo de maravillas. La pluma nacarada, de capuchón dorado. No la uso nunca, me digo, para conservarla siempre. La sopeso, la descubro. Hago un trazo hasta que vierte una línea de tinta. La guardo. Saco la otra. La azul, de capuchón azul, con la que anoto las palabras cuando ya estoy seguro de ellas. Antes, si dudo, las garabateo a lápiz, a propósito con mala letra. Si no sirven, que queden ilegibles. Han de ganarse la caligrafía, pienso. Cuanto pueda escribir está encerrado aquí, en esta sencilla caja de madera. Todo lo olvidado.

jueves, 21 de febrero de 2013

1975

Pier Paolo Pasolini es asesinado la noche del 2 de noviembre

El desabrido noviembre deposita sus noches con el mismo encanto que el carnicero deja caer la pieza. Acaso los cuerpos sean también, en noviembre, la masa sanguinolenta que golpea la tabla de cortar. El descampado aporta escaso entusiasmo a los encuentros. Matas y rastrojos entre las dunas que producen los camiones al volcar los escombros furtivos. Bolsas de plástico chascan en la maleza y al descubierto el lomo de una nevera cuya blancura es el único destello, encintados los cuchillos. Y aún así, el amor hierve, impulsa la ceguera del deseo. Desprecia los signos. Apaga el motor y las luces.

martes, 19 de febrero de 2013

1868

El manuscrito de Gustavo Adolfo Bécquer desaparece

—¿Vamos a algún sitio?
—¿Al Suizo?
—Está cerrado estos días. No ganan para espejos rotos.
—Todo anda al retortero. No importa. Hablemos en este portal.
—¿De Casta?
—¿Qué dices? No te entiendo. Traigo una noticia que darte.
—Otra desgracia. Annus miserabilis.
—Puede. De parte de González Bravo, el Ministro.
—¿Una bendición suya?
—Me dice que te diga que las hordas entraron ayer en el Ministerio.
—¿Y…?
—Sí. Asaltaron su despacho. Le levantaron la plata. Le volcaron la mesa.
—¿Y mi…?
—Le vaciaron los cajones. Le lanzaron los tinteros contra las pinturas.
—¿Y el libro que…?
—Prendieron fuego. No salvó nada.

domingo, 17 de febrero de 2013

1845

A los ocho años, Rosalía de Castro vive en una aldea

Las campanas de la iglesia de Ortoño dan las horas. Una de las vacas que va de camino al establo les responde con un mugido seco, áspero. La sotana vieja de sus sillares ni se inmuta. Un moho oscuro, ennegrecido casi, le cierra ojos y oídos a la piedra. Al ternero que se aparta para arrancar la maleza que prende junto al muro el can le ladra. Da un respingo y regresa al sendero. Con una vara la niña que conduce el rebaño se detiene y en el lodazal dibuja una palabra que no ha aprendido en la escuela: paxariño.

viernes, 15 de febrero de 2013

Intemperie / 15


—¿Has visto qué ha hecho?
—¿Quién?
—Un insulto. Un desprecio hacia todo y hacia todos. Inadmisible.
—Quieres decir que…
—Claro, ¿no lo has visto? Ante todo el mundo.
—Cuando…
—Sí, cuando yo estaba hablando. Un insulto hacia los presentes.
—¿Por qué insulto?
—¿No te parece una desconsideración inadmisible que estuviera leyendo el periódico cuando yo hablaba?
—¿Quién, él?
—Claro. ¿Quién va a ser? Pareces tonta. ¡Él!
—Pero no era el único. También lo leía Mario. Y Julio Villacañas.
—Imposible. ¡Solo lo estaba leyendo él!
—Pues yo los he visto a los tres.
—Los otros lo ojearían. Él nos insultaba leyéndolo.

miércoles, 13 de febrero de 2013

1942

Juan Ramón Jiménez descubre el paisaje andaluz en La Florida

Avanzo muy despacio por la tarde que el horizonte incendia sobre el espejo de la marisma. Agua cárdena bajo el cuerpo de leves y anaranjadas nubes. Su pasión dicta en mí las palabras que se dicen los amantes al oído en la hora de su encuentro, pero yo no puedo escribirlas. La luz de la hoja me ciega en cuanto desenrosco el capuchón de la pluma. Mi voz balbucea, aún no formada. Acaso aún no nacida. Asisto al abrazo de cielo y tierra anegada y soy el vástago que aguarda su fecundación. De camino a cualquier parte, los patos parpan.

lunes, 11 de febrero de 2013

1915

Franz Kafka empieza a escribir una novela

Al renacer una noche de junio entre troncos apilados en el patio de la serrería, tras una plácida vida como larva, el oryctes se sorprendió al no poder alzar el vuelo y alcanzar la nube de sus iguales, quienes ya partían hacia los bosques, ansiosos por aparearse. El poder endurecido de sus élitros habíase convertido en una masa fláccida y rechoncha, inútil para volar. Sus antenas se multiplicaban en una irritante pelambrera y, al contrario, sus patas, pegadas unas a otras, se reducían a solo dos. Movió las mandíbulas y escuchó un desconcertante ruido. Suyo: Was ist mit mir geschehen?

sábado, 9 de febrero de 2013

Proustiana / 10


En un solo pergamino caligrafían los días su paso. Fruición o desgarro, la pluma los inscribe, jornada a jornada, sobre las mismas líneas escritas. Tantas veces un carácter repasa la idéntica letra que encuentra debajo como otras tantas el signo nuevo contradice aquel sobre el que extiende su trazo. A aquello se suele llamar memoria; a esto, olvido. En los márgenes de la blanda tablilla también el estilete descuidado deja una rara muesca al quedar apoyado mientras no registra vivencias —acaso solo sueños— que en el ilegible recuento de una vida será esa hendidura, al cabo, el único signo comprensible.

jueves, 7 de febrero de 2013

«Interior azul», de Anna R. Ximenos


Los filósofos suelen iniciar su obra por una historia de las ideas. Saben que antes de empezar a escribir conviene haber leído. Anna R. Ximenos (1972) arranca como narradora con una peculiar historia personal de la literatura: la evocación de algún momento en la vida de las escritoras que, desde Mary Shelley hasta Anne Sexton, forman su galaxia particular, que también lo es, por cierto, de una posible historia de las mujeres escritoras. Y al tiempo rehabilita una lección de los clásicos: asimilar un universo no es copiar sus rasgos expresivos —como se cree ahora—, sino encarnar un destino.

martes, 5 de febrero de 2013

Intemperie / 14


La información, como género coloquial, se muestra de un modo curioso ante esa dinámica de fragmentación que afecta a cualquier realidad de nuestra época. Por una parte, centrifuga. Excluye cualquier otra forma de diálogo (desde el humor hasta el análisis). Sin un ¿Sabes la última? o un Déjame que te cuente lo que pasó cada vez es más difícil hablar. Hablar es ya casi solo transmitir informaciones. Por otra parte, como la realidad obviamente no produce tanta información como necesitan los usuarios, la información inicia un proceso de segregación de lo real que tiene como primer efecto la deseada multiplicación. 

Así, desligada de su origen, la información puede crecer vinculada a sí misma, replicándose constantemente, disgregándose o hinchándose según la necesidad y carácter de los interlocutores. Convertida en el único género coloquial, dos personas vinculadas por una experiencia real (trabajo, partido, club…) difícilmente podrán nutrir una conversación si entre ellas no fluyen informaciones. Informaciones cuya finalidad ya no depende de lo real, sino del propio informar, de su mera existencia como fuente de privilegio en la conversación. A nadie le preocupa enfocar el asunto del mejor modo, sino solo conocer más entresijos, existan o no existan. Sean verdad o no.

domingo, 3 de febrero de 2013

Grosziana / 1919

George Grosz

La misma telaraña mugrienta en la esquina del techo. El humo de iguales cigarros. Idéntica inflamación del vientre en la patrona y en el jefe. Una, pechos colgantes; otro, mejillas caídas, pero exacto carraspeo. Dos teatros de marionetas con los muñecos alineados al fondo —unos, lamparones en el uniforme; otras, churretes en el viso— mientras el pantomimo que les hubiera dado vida abraza la botella entre cáscaras de altramuz. Calendarios similares donde solo figuran tachadas las noches. Las mías, cada vez más parejas; unas en el burdel, otras en la comisaría. Gemelos guiñoles donde se parodia la tragedia de Berlín.

viernes, 1 de febrero de 2013

Grosziana / Gestern

George Grosz

Ayer, qué extraña palabra me repite en la cabeza, cebolla mal digerida. Esta noche, cuando lo que me estoy diciendo es ahora, sin más cascabeleo que aquel que las promesas otorgan. Como regüeldo, ayer, otra vez. Señor, como resabio. Y no, no. Es ahora lo que me digo. Señal que eriza la piel. Momento en el que la grieta cede, la cañería revienta. Y hasta que cierren la llave de paso, manantial. O niño que corre con el cántaro vacío justo antes de tropezar. Ay, dios, qué pesadez. Es ahora lo que digo. Es instante. Es reventón, ¿me oyes, voz?