sábado, 27 de marzo de 2021

Cuentos del hada jubilada (trigésimo tercero)

De la poción mágica, me cuenta el viejo druida junto a la cancela de acceso a su casón de aire primitivo, mantengo solo el hábito de la primera parte: la búsqueda de los ingredientes, su tratamiento, la elaboración, el fuego, el humo, el sabor, el tiempo. La magia de lo perceptible. Me gusta más que la moderna ingeniería tecnológica. Las puertas que se abren sin que nadie las abra, los teléfonos que hablan con las personas, los convoyes de metro que prescinden de conductor, las vacas que se ordeñan solas, máquinas que aprenden. La magia ya no tiene ninguna gracia.

martes, 23 de marzo de 2021

Cuentos del hada jubilada (trigésimo segundo)

Los poemas eróticos poseen un serio problema conceptual. Pueden ser del pasado, reminiscencias de acciones que ocurrieron en un instante que desapareció. Desde este punto de vista, se convierten en elegíacos. No celebran el amor, sino el amor que ocurrió. También pueden ser de futuro. Presagian un instante de acción que, obviamente, no está sucediendo. Son poemas de deseo, pero no eróticos, porque el erotismo es una propiedad del presente. Aunque resulta difícil, acaso imposible, escribir un poema erótico en un presente erótico. O se escribe o se abraza. Este es el problema de los poemas eróticos, resultan demasiado teóricos.

viernes, 19 de marzo de 2021

Cuentos del hada jubilada (trigésimo primero)

La O tiene el 0. También la a. El de la o es más grande. Los de la a y de la e son breves. I y u no tienen. Bueno, los tienen de otra manera. Son grietas en sí mismas. Una i, una ranura. Una u, una hendidura. Pero la o, o la O mayúscula, son oquedades que se pierden al otro lado de la palabra. Resquicios en la opacidad blanca de la hoja. Fisuras a través de las cuales se vislumbra. Bien aquello que se busque, bien lo que necesite una rendija para ser descubierto en la palabra.

domingo, 14 de marzo de 2021

Cuentos del hada jubilada (trigésimo)

Se diría, si observo en el plano el itinerario de los recorridos que he realizado en los últimos meses para desplazarme mientras cumplo las tareas de repartidor de paquetería, que prefiero los atajos que alargan el camino. Elijo aquellos que acortan el trayecto hacia un lugar que se encuentra distante de la dirección a la que me dirijo. De modo que llegue lo antes posible muy lejos del sitio a donde voy. Es una forma de abreviar la ruta de la manera más dilatada. Así retraso el hecho de entregar, al mismo tiempo que apresuro el hecho de no entregar.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Cuentos del hada jubilada (vigésimo noveno)


Jugar es la forma de tomarse en serio el mundo. El espíritu infantil que no desparece con la infancia, sino que se transforma en una manera de sentir que no cree que la realidad sea la única responsabilidad del alma. La lectura imaginaria del tiempo es posible. La risa como crítica es viable. El lenguaje entendido como carrusel deleita. Uno monta un caballo blanco, con las crines al viento; otro, un camión de bomberos, con su campana enloquecida. Y las vueltas del tiovivo escriben un presente puro, que ni siquiera va a necesitar memoria, por su cualidad de tiempo continuo.

viernes, 5 de marzo de 2021

Cuentos del hada jubilada (vigésimo octavo)



El batín que viste el paisaje en mañanas de invierno. Despeinado, aún. Sin el dorado del sol en las mejillas, prefiere que nadie lo vea. Las nubes le son solidarias. Los pájaros le cantan desde la nada. Entre matorrales que no existen, al moverse hace ruido algún animal. Desde el porche de la casa, con una taza de café en la mano, busco ver algo tras la tela que lo cubre. Algún destello del paisaje. Una rama aislada, el color de una flor que desafía grisuras, un brote de lechuga entre los terrones del huerto. Nada, todo borrado. Solo niebla.

lunes, 1 de marzo de 2021

Reflejos | 8



Dibuja con negros. Matiza con grises. El blanco no rayado simula los movimientos. Le gustan las capas. Por los pliegues y, sobre todo, por la sensación de frío que transmite. Y también de inseguridad, pero fuera de la capa, en los lugares donde la mirada, pájaro que ha perdido el norte, trata de posarse sin conseguirlo. Resbala. Dos bultos, tres. Transitan por una angosta cañada. Fisuras blancas sobre la superficie cubierta a carboncillo evocan el reflejo, gélido, de la luna, en lo más alto. Con los dedos, impregnados de polvo, oscurece el contorno del dibujo. Con una chincheta lo cuelga.