lunes, 29 de junio de 2009

«Retrato de Shunkin», de Tanizaki





En esa suerte de historia universal de las pasiones amorosas paradójicas que forman las novelas breves de Junichiro Tanizaki (1886-1965), Retrato de Shunkin se plantea y desarrolla como el amor asimétrico entre la dama aristocrática, genial y ciega, y el criado lerdo y servicial. De hecho el amor se funda en la imposibilidad de la existencia de la pareja. Cuando Tanizaki ha convencido al lector de la necesidad de esta asimetría para mantener el sentimiento, la historia da un giro y los personajes descubren que aún quedaba amor por desvelar: el más sublime, el que nace en la completa simetría.

jueves, 25 de junio de 2009

Los tranvías

Estambul. Foto de Damiel
Para José Antonio Montano, que anduvo buscando a Ohelah por calles encharcadas
Desprecia los tranvías. Ohelah prefiere caminar durante horas por las calles de Estambul desde el supermercado donde trabaja. Soporta con paciencia los grupos de niños que le salen al paso para molestarla de algún modo, transige con los vendedores ambulantes que la asaltan en las aceras, procura no tropezar en el empedrado ni perderse por las callejas que toma para ir escribiendo con sus pasos, sobre un mapa imaginario, el nombre dulce del amado: AASHIQ. Tras rodear la plaza que dibuja la Q, se siente abandonada por la vida y espera a que el primer tranvía que pase la recoja.

lunes, 22 de junio de 2009

Summertime (Gershwin, 1935)

El verano que abre las ventanas y que entorna las puertas me impedirá verla. El verano que brinca entre las piernas de las muchachas alzándoles las faldas y que descubre el torso sudoroso de los repartidores la ocultará. El verano que distribuye su gelatina por los cuartos y que inunda las calles con una luz caprichosa que parece no gastarse nunca le devolverá a mis manos la condición inútil de la utilidad. El verano se erguirá sobre la pira para que arda, melancolía, tu peso de manta antigua y el chapoteo constante de la lluvia en los canalones de hojalata.

sábado, 20 de junio de 2009

Vida de novelista (y 5): el buhonero

Una novela es un vertedero. Quien la escribe acumula desperdicios de tiempo en su prosa. Entierra entre inmundicias amontonadas un sinfín de instantes en los que tuvo que decidir una palabra. En los que una palabra daba cuerpo o no a un personaje y su peripecia. Estos —es decir, el argumento— devoran cuanto cae en su escombrera. Es lo que encuentran los críticos cuando buscan algo que decir por sesenta euros. Uno novela es el légamos que deja en la ribera la crecida. Hay quien lo ve todo enrunado; hay quien remueve el cascajo y descubre lúcido los instantes abandonados.

viernes, 19 de junio de 2009

Vida de novelista (4): el añorado

Ignoro las razones por las que un joven decide convertirse en novelistas, y a poco que piense también desconozco los motivos que me han llevado por este frecuentado camino. La novela ha sido siempre, para mí, la manera más fácil de no tener que escribir poesía. Lo que me justificaba, como si fuera un escolar que no ha hecho los deberes. Callar hubiera sido más sencillo. Lo he anhelado. El silencio: mi fracaso más pertinaz. Apagar el fuego con fuego. Quizá, pero el fuego de la novela es agua tibia —reconforta, elude— frente al vértigo del poema. Peor: su añoranza.

miércoles, 17 de junio de 2009

Vida de novelista (3): el itinerante

Llego a una ciudad para presentar la novela. La víspera un periodista me ha hecho una entrevista telefónica. Como guardo celosamente explicaciones y respuestas para el acto, le respondo merodeos, trivialidades. Compro el diario local y veo la página con desagrado. Va ilustrada con una foto de otra época, bajada de Internet, borrosa. A su hora, en un ilustre palacio, desvelo las esencias del libro ante una docena de personas que miran insondables. Un fotógrafo me asedia. Al día siguiente, sin embargo, nada se publica. Me pregunto si me habré equivocado. Pero no: la realidad y yo compartimos gustos anacrónicos.

lunes, 15 de junio de 2009

Vida de novelista (2): el efímero

De mis veranos de adolescente recuerdo la pregunta que todos repetían nada más verme llegar al pueblo donde iba a pasar las vacaciones: ¿Cuándo te vas? En mis veraneos de novelista recién llegado al oficio choco con una pregunta igual de frustrante: ¿Qué está escribiendo? El libro, que aún huele a tinta, está sobre la mesa, la posibilidad de que algún día lo lea quien me interroga me parece remota; sin embargo, he de responder a esta cuestión palpitante. Miento: un escritor siempre tiene algo cociéndose en el horno. Presentar novelas es lo único que amputa la voluntad de escribirlas.

sábado, 13 de junio de 2009

Vida de novelista (1): el impostor

Se publica una reseña francamente desfavorable. La leo en un café y me asalta una repentina euforia. Desvelado el intruso que hay en mí, nada temo. Uno llega al mundo literario desde la ingenuidad. Ha escrito un libro. Lo manda a un editor, lo presenta a un premio. Se publica, quizá le paguen bien, lo que no recibieron ni Pessoa ni Kafka. Una sospecha empieza a corroerle: ¿me habré colado en un mundo al que no he sido invitado? Un crítico me señala: ¡soy un impostor! Me siento como un personaje de Jim Thompson tras el tercer güisqui en ayunas.

jueves, 11 de junio de 2009

Pastiche literario sobre hechos verídicos en recuerdo del poeta Jorge Gomes Miranda

Abre el ojo de buey que me permite contemplarlo cuando mira cómo mis entrañas zarandean su colada. Me vacía con gesto malhumorado, por las molestias en su espalda. Apila la ropa sobre la tapa del cesto. El montoncito crece en pobre equilibrio. Entonces suena el timbre. Al erguirse, una mitad de su cuerpo gira hacia la puerta del lavadero y la otra se lanza sobre la torre de ropa que amenaza con desplomarse. La cabeza no entiende al cuerpo y se golpea con un borde de aluminio. Sangra. El cartero aguarda con un paquete. Encuentra el libro cuando lo abre.

lunes, 8 de junio de 2009

Azulejo sanitario y escombros


Al fondo del pasillo, quizá con los pies descalzos para que el frescor de las losas compense el bochorno de las noches de verano. O quizá arrastrando las zapatillas por el corredor, con frío, sin despertar aún el cuerpo mientras se orina, a oscuras, con los ojos cerrados. O con los ojos prendidos del ventanuco por donde se airea o de la cortina ennegrecida de la ducha, con tal de evitar la mirada del espejo. Siempre al fondo del pasillo la silenciosa e inhábil construcción de la intimidad con secreciones. Penosas soledades que sin miramiento descubre la empresa de derribos.

domingo, 7 de junio de 2009

Europa

Lo veo venir: van a echar la culpa de la abstención que se avecina a los ciudadanos. Para los ciudadanos Europa es parte de la vida cotidiana —quién no ha viajado por sus ciudades en los vuelos baratos, quién no tiene amistades por todo el continente, quién no lee sus periódicos en Internet, quién no admira una escritora o un futbolista... de Europa como si fuera suyo—, y, sin embargo, ¿dónde está el marco político que ampare esta comunidad de facto? ¿En qué candidatura? Estas elecciones son como preguntarle a un homo sapiens qué chimpancé quiere que le represente.

viernes, 5 de junio de 2009

Tonteos

Isabel: eso que tu llamas tonteos son poemas, sin duda alguna; y lo que contemplas como entretenimiento de ordenador sobre las piernas en el sofá no es otra cosa que escritura. Posiblemente lo otro, la otra escritura que soñamos como un corpus precioso y perfecto no sea ya más que un espejismo. No hay más escritura que la que escribimos cada día. Y ésta se construye siempre a nuestras espaldas, por la sencilla razón de que si la hiciéramos a propósito nunca descubriríamos nada. Resulta evidente, ¿no? ¿Cómo vamos a descubrir qué si escribimos a propósito para descubrir algo nuevo?

miércoles, 3 de junio de 2009

De sitios y jardines

En la caseta de Páginas de Espuma, en la Feria de Madrid, mientras contemplo cubiertas se acerca un tipo alto, con cierta ansiedad, y pregunta: no tendrán ustedes un libro que se titula el sitio de Leningrado. Cómo me hubiera gustado escribir esa novela para este lector. En ella contaría cómo —con la gracia de los cisnes del estanque aún prendida en nuestras sonrisas— nos adentramos en lo más acogedor de la alameda, de la mano, hasta un maltrecho banco solitario donde floreció, en nuestro abrazo, el beso más dulce. El Jardín de Verano es mi sitio predilecto de Leningrado.

lunes, 1 de junio de 2009

Galería de charcos

Suele considerarse, en tiempos modernos, que las decisiones estructurales —en especial la extensión de un texto— dependen directamente del contenido. No coincide con mi experiencia de escritura. Igual de absurdo resulta escribir un soneto que prescindir de su enseñanza formal: su tensión la pautan los catorce versos, no el tema. El sometimiento del contenido a las formas es la única norma de la tradición que prefiero no olvidar. De ahí las cien palabras: los charcos que quedan en la calzada tras el chaparrón. El breve perímetro de su cristal sucio no capta el bulevar, pero algo refleja. Como el soneto.