![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpp3oTJZ2CMNgVq0fJGSGD-Mvf_9r39cp20vf4LL2-R_JyzmQEeREzAgJ_DHLZtG7tpF-wUOHEIEqa_IQ1D1oI1B0gCy1ctpMeCd4h6HdhUsESKyS9pAfA-ev65dDzKTU_o0Ym3vcPtGcD/s320/par%25C3%25ADs+f013-p.jpg)
El tiempo es una pirámide. Lo dijo Aristóteles, ¿o quizá Derrida? Quién sabe, pero alguien tuvo que decirlo para que quedara dicho; no iba a ser cosa mía. El tiempo, una pirámide. Por ella se lanzan los niños como por un tobogán, empiezan a acumular pendiente sin darse cuenta. Por ella también ascienden los ancianos, de una manera cada vez más penosa conforme se acercan a una cúspide a partir de la cual ya no queda más vertiente, más tiempo. Ahora bien, ¿ya se han puesto de acuerdo si es la misma pirámide la que unos bajan y otros suben?