martes, 28 de enero de 2020

La margen del río Uji (tríptico)



1 
De camino, anduve durante tres días por un sendero en paralelo al río Seta, desde la orilla del Lago Biwa hasta Uji. Procuré no atender las preguntas de ningún caminante, en conversación única con el murmullo del caudal que descendía. Me contaba su presente de agua e invierno. El viento y los pájaros lo traducían a palabras que anotaba en mi cuaderno con caligrafía rápida, dispar. Solo para mi lectura. Al entrar en el Templo del Poema, el destino del viaje, hallé el getabako a rebosar de sandalias. Con las mías en la mano vi que me contemplaba un búho. 
Quizá por la costumbre de atender al rumor de los juncos, el caso es que sentí vértigos al acceder a la sala donde el fragor de los poetas deslucía el corte de sus kimonos. Se diría que convocados a un concurso de elegancia para desvergonzados. En un rincón del tatami hice seiza con mi fatigado cuerpo y mi escandalizada mente. No tardó en aparecer entre la multitud arremolinada de artistas el heddo de la reunión, ni siquiera para dejarle hablar se moldeó un respetuoso silencio. Aun así, elevó la voz cuanto pudo y sin dejar de reír anunció el tema. 
3 
«Poema de la mañana siguiente», incrédulo oí retumbar el vozarrón. Hasta el washi de las paredes tembló, no de emoción. Los artistas siguieron tranquilamente de cháchara, luciendo cada cual su acento. Luego se desperdigaron por el jardín del Templo. Desplegué ahí mismo mi pliego de papel de arroz, lo sujeté con el pisapapeles, deshice la tinta en el tintero y el pincel de bambú desgranó diecisiete signos en dos columnas: «No es ayer palabra que existiera hasta este día». Lo abandoné sin sello. Limpié el pincel, el tintero. Me levanté, me fui. Antes de llegar ya había perdido el concurso.

viernes, 24 de enero de 2020

Dietario de sensaciones, 70



La tarde se sienta en un banco del paseo cuando se ve a sí misma desvalida. «Me canso», se dice para justificar que no sigan llegando a todas partes sus dorados de orfebrería. Y cuando se ha sentado, la dama de la noche lo aprovecha para cubrir con su túnica la realidad. Lo hace subrepticiamente. Aún a la tarde le queda un ápice de fuerza y quiere levantarse. La sangre se le agolpa en la cabeza, con el esfuerzo, y el cielo se torna malva. Es cuando la tomo del brazo y la acompaño mientras se marcha despacio cielo adentro.

domingo, 19 de enero de 2020

Dietario de sensaciones, 69



Una infusión de destellos dorados. Diáfana. Humeante. El tintineo de una cucharilla. La noche interpreta la melodía del silencio en un piano cuyas teclas se encuentran dispersas por el interior de los cuerpos. Una gota de miel se diluye en el líquido con movimientos de buceador. Los objetos cuelgan ingrávidos en el aire justo en el instante en el que se detiene el tiempo para que un sorbo acaricie los labios y los conquiste la suavidad del sabor. Cuando vuelve la taza a la mesa regresan las cosas a los soportes que las sostienen y el pianista inicia una sonata.

martes, 14 de enero de 2020

Dietario de sensaciones, 68



Corren. Su único propósito es correr. Kilómetros y kilómetros en un campo de hierba al que algún labrador mira con la desconfianza del despilfarro. Van detrás de una pelota, que corre más que nadie porque siempre va por delante, aunque carezca de piernas. Hay unos cuantos que no paran, pero hay otros que están sentados. Aunque gritan más. Especialmente cuando la bola es cazada por una red gigante que hay a ambos lados del baldío. Lo observo a lo lejos. Sin excesiva atención. Es como un decorado navideño que sigue sobreviviendo en enero. Tanto movimiento reconozco que hipnotiza. Da sueño.

viernes, 10 de enero de 2020

Dietario de sensaciones, 67



Aquí y allá. Como manchas en el uniforme de un soldado descuidado crecen desperdigadas. Desprecian la firmeza y el valor de lo dorado, prefieren la textura suave de un pañuelo de seda. Se dejan mecer por la brisa y que la brisa gobierne sus rumbos. Allá y aquí, carecen de orden, de sentido, de dibujo. Viven entre los demás y no buscan afines para afirmarse consecuentes. Son casuales, esporádicas, leves, intermitentes, cariñosas. Desprecian el control del territorio, solo ponen acentos que endulzan su pronunciación. Los pintores paisajistas las aman. Dejan caer una gota roja en el lienzo, nace una amapola.

domingo, 5 de enero de 2020

Pequeño cuento de la Noche de Reyes



El atardecer de invierno bosteza en el andén mientras los trenes llegan y parten hacia destinos indescifrables. Guarda el billete en la cartera, y la cartera en el bolsillo interior del abrigo. Luego lo dobla sobre la maleta que ha dejado en el suelo. Nada le llama la atención, pero en un instante, como por arte de magia, la maleta ha desaparecido. ¿Cartera, documentación? Un país extranjero, no conoce a nadie ni habla la lengua. ¡Mi abrigo…!, grita. Un tipo barbudo, vintage, pelirrojo le tira de la manga y señala sonriendo al otro costado. La maleta volcada. El abrigo doblado.

miércoles, 1 de enero de 2020

Teatrillo de Año Nuevo



—¿Nuevo? ¿Qué quiere decir nuevo?
—Ya sabe, que el papel aún huela a tinta.
—Tiene que ir a otra liberaría, aquí solo se venden libros viejos.
—¿Viejos?
—Usados. Bueno, si quiere tengo la primera edición. Aquí está.
—La cifra que aparece en la página, ¿es el precio?
—De cortesía. Correcto.
—¿Precio de cortesía lo llama? Si vale diez veces más caro que nuevo.
—No, página. Página de cortesía.
—¿Y la primera no se considera nueva a este precio?
—En su tiempo lo fue.
—Ah, entonces ¿vale usted más de viejo que de joven?
—Yo no, pero mi primera decisión sí.