domingo, 29 de enero de 2012

Willa Cather

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Echado en el sofá de casa viajo en el pescante de un carruaje, con una piel de coyote sobre las piernas y una bufanda de lana en la boca. Las praderas de Nebraska, de una aridez cobriza, inmisericorde, se extienden a ambos costados como ilustraciones de un dibujante hastiado de su oficio. El camino se lo inventan los brutos al avanzar a fuerza de azotes en la grupa con el tiro. En el lateral va siempre una vara de avellano para defenderse de las serpientes de cascabel. Me ha parecido oír un crujido bajo los cojines. Mi pantorrilla, maldita sea.

viernes, 27 de enero de 2012

El descansito de media mañana

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Está a una calle y media. Tres minutos a paso de ida, cuatro de regreso. Un minuto pedir el café y elegir un bollito. Los hay de todo tipo: sin azúcar, sin mantequilla, integrales. Mejor minuto y medio. Dos para que se lo sirvan a uno. En treinta segundo se abre el sobrecito de azúcar y se vacía completo en la taza. Primer sorbo. Pedacito de bollito sin azúcar. Minuto y medio. Segundo sorbo. Bocado. Ultimar, minuto y medio. Pedir la cuenta. Monedero. Ver que no alcanza. Billetera. Treinta segundos. Cambio. Treinta segundos. Mirar el reloj: aún quedan cuatro minutos.

miércoles, 25 de enero de 2012

Cupidesca doce


Todo iba fantástico hasta lo de los germinados de soja. Nos conocimos en un bar, alguien nos había presentado, no sé. Inmediatamente empezamos a reír. A lo tonto. A cualquier cosa que decía, me mondaba. Le respondía, no sé, algo, y llorábamos de risa. Fue tan bonito. Tanto. Inmediatamente escribí un tuit: «Desde que le conozco no he parado de reír». Maribí me dijo que podía haberme esmerado más, que por eso no lo iba a retuitear. Luego… y después, y al día siguiente todo iba bien. Pero le puse germinados en la ensalada y gritó: «¡Qué porquería es esta!».

lunes, 23 de enero de 2012

Cupidesca once

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Entre lo que desaparece en nuestra época y sólo deja rastro en las vitrinas está el enamoramiento. Enamorados habrá, pero su interés mengua y su atractivo se acerca a lo espurio. ¿Qué valor tiene que uno se enamore? El mismo que salga de fiesta. O vaya al teatro. Lo que importa no son los enamoramientos, sino las rupturas. De una vida sólo cuenta el relato de desamores. Claro que antes hubo enamoramientos, pero sólo las separaciones causan impresión, merecen respeto, palabras para ser contadas. Acaso nos enamoremos sólo para eso, por sentir un día la intensidad de una ruptura catastrófica.

viernes, 20 de enero de 2012

Cupidesca diez

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Mecanógrafo del teclado, el pianista se embosca entre sus propios brazos como ausentándose. Del contrabajo parecen emanar las volutas de humo que nublan sala y ritmo. La batería salta sobre los charcos y la trompeta corre calle adelante, así un loco que solo les hablara a las farolas. La música atronadora expande las almas que chocan contra las paredes y no queda un resquicio sereno en el club salvo la ínfima cavidad que han formado tu mano y la mía al apretarse juntas. Una gotita de luz azul, huida del escenario, la ha buscado para acostarse en su dulce regazo.

martes, 17 de enero de 2012

Cupidesca nueve

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—Pequeña, te quiero.
—¿Decías algo, corazón?
—Claro, pequeña, que te quiero.
—Cielo, grita un poco más, que no te oigo.
—¡Pequeña! ¡Que te quiero!
—¿Que quieres la pequeña? Qué desilusión, yo que te había comprado la grande.
—No la pequeña, no, pequeña, sólo decía pequeña.
—Ay, pesado, no ves que no te puedo oír. ¿Qué remugas a mis espaldas?
—¿Yo? Dios mío, si sólo te he dicho que te quiero.
—Y dale. Primero pasas de mí y luego refunfuñas para que no te escuche.
—¿Yo? Si sólo te he dicho ¡te quiero!
—¿Y ahora, dime qué es lo que quieres?

domingo, 15 de enero de 2012

Liber fugit

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Los libros tienen su propia vida. Ahora uno es propenso a creer que se ha disparado la mortalidad infantil entre los libros. Son las cosas que se piensan como respuesta a las impresiones inmediatas. Si a uno, pongamos por caso, le flojea la suela del zapato, es el mundo que se arruga. Los libros tienen su propia vida. Yo tengo uno, por ejemplo, el más reciente, que ha elegido la clausura. En su túnica marrón vive su soledad, como un anacoreta. Me desazona que lo único que le quede sea leerse a sí mismo... De verdad, no importa —me consuela.

viernes, 13 de enero de 2012

El poema del 13 de enero

Para M.
Lo que aún no hemos hecho hoy. Encontrarnos bajo las sábanas y burlarnos de las gotitas de luz que filtra la persiana bajada. Luego exprimir naranjas para dos, apretar el café en la cazoleta y abrir el tarro de mermelada de jengibre. Desayunaremos con la banda sonora de la emisora que nos gusta como fondo. Habrá que poner luego una lavadora y hacer juntos la cama antes de salir a caminar. La ruta nos ha de llevar hacia el mar, elegiremos calles con escaparates que nos apetece contemplar y donde brille el sol de invierno. Y qué ganas de hacerlo.

miércoles, 11 de enero de 2012

Blanca Mancha V

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No puedo decir que me alegrara del deceso de la pobre mujer. Era una santa. Sólo dejaba la costura para ir a misa diaria. En una única ocasión, un domingo por la tarde, se le cruzó por el pensamiento un recuerdo, digamos, no virtuoso. El mío era un encargo tranquilo, no diré aburrido, porque este concepto no existe entre nosotros, pero sí echaba de menos alguna lucha cuerpo a cuerpo con la tentación. Lo echaba de menos, sí, antes, cuando esperaba destino, no ahora que voy arriba abajo. No sabía lo que era un gigoló. Ya lo sé, un sinvivir.

lunes, 9 de enero de 2012

Blanca Mancha IV

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Es buen chico. Apenas sale de casa, con eso no me da trabajo. Va a buscar el pan y devuelve el cambio aunque le digan que se lo guarde. Con sus amigos, cuando queda, se pasa la tarde en una plazuela, sin más, es verdad que dice algunos tacos, pero con hacerse uno el sordo, cumple. Lo malo es cuando está solo y busca el cuaderno secreto. No consigo saber lo que pasa por su cabeza a la hora de ponerse a dibujar. Arriba y abajo, por todas partes lo único que le gusta es pintar cientos, miles de demonios.

sábado, 7 de enero de 2012

Blancha Mancha III

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En cuanto entraron en el parque fue imposible sujetar su brazo. La mano, que había ido apoyada en la cadera durante el camino, se deslizó por la falda como un esquiador por la pista. Lo peor, sin embargo, ya imaginaba que estaba aún por pasar. Se sentaron en un banco. Y a su mano le dio por la espeleología, arriba y abajo, dentro de la blusa, allí donde no conseguía cazarla. Me desesperaba, busqué ayuda en el otro custodio y lo descubrí sobre la rama de un árbol haciendo un crucigrama. Creo seriamente que deberíamos unificar nuestros protocolos de actuación.

jueves, 5 de enero de 2012

Blanca Mancha II

Regalo de Reyes para G.
Los pasillos, demasiado estrechos para tantos acuarios, y la iluminación, excesiva. Cientos de pececillos, cientos de colorines arriba, abajo. El burbujeo de los filtros me mareaba. Lo confieso, me agobié un poco. Iba de un sitio a otro y me costaba seguirle entre la gente. Las alas chapotearon sin darme cuenta en un acuario de agua fría y la humedad se fue directa a la espalda. Me estaba poniendo enfermo aquel lugar. Pero de golpe lo vi, un indolente pez globo amarillo, cuadradito, no mayor que un taco de queso. Y mientras me quedaba embobado con aquello, se me escapó.

martes, 3 de enero de 2012

Blanca Mancha I

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No para de rascarse las alas. Que son chinches me han dicho. Los demás, en la cantina, ríen. Lo explica, y se ríen más. No lo entiendo, exclama perplejo. De reojo le miran desde otras mesas. Ingenuo, piensan. Y sonríen. ¿Cómo podía saber sus intenciones al entrar en aquella casona? Me quedé en la puerta del cuarto, sin atreverme a pasar. Aquel corredor era un museo sonoro. No paraban de circular, arriba, abajo. Para arriba, parejas. Luego hombres, mujeres solas. Abatido, me dejé caer en el suelo, entre colillas, y dormité mientras aguardaba. Y ahora, esta comezón que me mata.

domingo, 1 de enero de 2012

Pequeño cuento de Año Nuevo

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El culín que algunos dejan en las botellas de vino y de repente un aparato del que se saca meda libra de cobre, o un muslito de pollo apenas mordisqueado. La verdad, lo mejor es que la basura vaya toda al mismo cubo, y no esa tontada de echarla por separado. A nosotros nos hace la pascua. Anoche, sin ir más lejos, encontré una bola preciosa, como de billar, un poco más grande, pero de vidrio. A la luz del farol hasta se veían dentro personas, paisajes, palabras, picardías. Y nuevecita. Incluso llevaba pegada la etiqueta con el precio: «2012».