sábado, 29 de marzo de 2014

Becqueriana / 45


En una de las paredes de la sala hay un cuadro donde de vez en cuando entramos a pasar la tarde. Una mínima bahía, con una estrecha playa de piedras y una barca de pesca varada. La mañana de invierno se ha remangado la falda y se remoja los pies y las piernas, hasta las rodillas; el rostro de viejo pescador con pipa en la boca de las rocas la contempla con indiferencia. Buscamos en la acuarela una piedra donde sentarnos. Le subimos el cuello al abrigo, porque la brisa llega gélida, nos damos la mano y suspendemos el pensamiento.

jueves, 27 de marzo de 2014

Becqueriana / 44


Los amantes clásicos. Les gusta la madera de los bancos del parque. Aquellos situados en el sendero que llega hasta la tapia, casi cubiertos por la fronda que no poda el jardinero. Allí donde les conduce la lentitud de los pasos entrelazados las tardes en las que al sol se le ha roto el tubito de vidrio de la purpurina sobre la paleta de sus óleos. Se sientan en el banco a sentir dentro el espacio exterior, remansado en las palabras, próximo en las miradas, inofensivo en la luz. Amantes que al besarse interpretan una dulce, ensimismada, melodía de cámara.

martes, 25 de marzo de 2014

Becqueriana / 43


Lo enigmático se esconde en las pequeñas liturgias del día. Instantes que parecen de transición, un ir a hacer algo y detenerse nadie sabe para qué. Ni siquiera quien entra en el cuarto para acostarse y antes de deshacer el embozo se acerca a la ventana para sentirse cerca de las estrellas. O quien se levanta del escritorio para realizar una tarea y desvía los ojos hacia el cielo que cuela la puerta que alguien ha abierto, y ve cimbrear una rama sobre una cartulina azul en un trabajo escolar de la infancia. Lo desconocido me acompaña. Está ahí, dentro.

sábado, 22 de marzo de 2014

Suárez


Escucho estos días, reproducidos, fragmentos de los discursos de Suárez. La mayoría los recuerdo. Ahora me chocan. No hay político con un engrudo retórico —y envarado— mayor que él. Sus discursos son perpetuas perífrasis. Retórica mala. Sin embargo, no he encontrado ni una sola frase que no tuviera conexión con la realidad. Con lo que hacía. Ahora uno nunca se sorprende de que ocurra lo contrario. Los políticos hablan de un modo coloquial, sin siquiera una frase bien estructurada, pero nada de lo que dicen tiene que ver con la realidad. Como si hablar fuera un fin en sí mismo.

jueves, 20 de marzo de 2014

Mañana después de la Cremà


Isabel, gracias por acordarte ayer. Los cumpleaños se parecen tanto a las jarras que tenían antiguamente en las vaquerías y cuyo significado uno, cuando era niño, se esforzaba por comprender. Una especie de peine con números de vez en cuando las recorría de arriba abajo. La vaquera metía la jarra en la cuba e iba soltando leche hasta que algo le decía que ya debía verterla en el recipiente que llevaba mi madre. Qué sabiduría la suya. Siempre acertaba. No sobraba, en el fondo, ni una pizca. Dónde estaría la magia, me preguntaba. Ojalá supiéramos también leer así la edad.

martes, 18 de marzo de 2014

«Adiós al fútbol», de Valerio Magrelli, en Xordica


Como no era bueno ni siquiera de defensa, los de mi clase solían dejarme la portería en los recreos. Éramos cuatro o cinco porteros bajo palos. Cuando se acercaban los delanteros de cada partido se quedaba uno y los demás nos apartábamos. A veces llegaban dos ataques juntos, y cada uno lo defendía por su lado. Jamás nos estorbábamos. Jugábamos en mundos paralelos. Valerio Magrelli cuenta algo parecido de los parques públicos en Roma, «compartimentados en decenas de efímeros rectángulos». Del fútbol que nace de la experiencia —preciosas las observaciones sobre los sonidos de la pelota— habla estremecedoramente este libro.

domingo, 16 de marzo de 2014

Cuaderno de tapas rojinegras \ 10


Cuando uno llega a deshora a un aeropuerto, y al seguir los pasos de los otros viajeros por los vastos corredores siente que pertenece a una tribu nómada en mitad del desierto, observa con inquietud el bulto solitario de personas que aquí y allá, permanecen sentados o tumbados en las hileras vacías de asientos. Si están despiertos, su rostro apenas consigue expresar nada. Y uno se queda meditando, a veces, en el extraño simbolismo de la imagen. Parecen personas que se hubieran quedado sin tiempo. Atrapadas en la rejilla del sumidero que es la vida. Sin un presente que despilfarrar.

viernes, 14 de marzo de 2014

Cuaderno de tapas rojinegras \ 9


Dejan los libros una mancha de aceite en el lugar donde ha pernoctado la lectura. Como los coches averiados. La maquinaria antigua. Como el tiempo. Es un tizne blanco, a veces amarillo, con aguas que hacen visos al mirarlas con detenimiento. Un polvo apelmazado por la sequedad. Los libros abandonan bultos que resisten al ser rascados con lija o rociados con líquidos cáusticos. Una humedad que ninguna corriente logra airear. Los libros no sirven para calzar armarios ni trazan peldaños que conduzcan de un lugar a otro más alto. Sí, son una molestia porque permanecen. No se los lleva la nada.  

martes, 11 de marzo de 2014

Becqueriana / 42


La noche es la lona que el vendedor del mercadillo extiende sobre los colores de sus mercancías cuando los compradores han desaparecido del recinto y solo sombras caminan por las callejas del barrio antiguo. Las cortinas tamizan la luz que escapa por las ventanas. Se expanden olores de alimentos al fuego. La retransmisión deportiva compone la banda sonora de la ciudad deshabitada, invadida por un viento crispado que recorre con cierta desesperación el laberinto en busca de una salida y halla una plaza mal iluminada con un surtidor cantarín en medio, donde los amantes recientes aprovechan para besarse con timidez.

domingo, 9 de marzo de 2014

Becqueriana / 41


El blanco viste la desnudez tendida entre unos brazos. Es el blanco del horizonte, allá, sobre la lejanísima caricia que el cielo parece entregar al mar. El blanco de la palma de una mano cuando se acerca a una melena revuelta para peinar su desconcierto. Blanco de las coladas tendidas en las ventanas de los barrios populares, colegiales que saludan ruidosos desde el tren que les lleva hacia el final de la infancia. La delicadeza, la tenacidad, la alegría tejen sobre la piel un vestido de nieve cálida, de arena dulce, de silencios amables. Cuando se amanece entre unos brazos.

viernes, 7 de marzo de 2014

Becqueriana / 40


El país del brezo y del tomillo es áspero. Araña con sus escarpaduras el algodón de las nubes. Las pantorrillas de los caminantes. El lomo de los perros abandonados. La brisa aromática lo zarandea sin descanso y los insectos interpretan la incesante sinfonía de su vuelo. Las tierras altas del romero y las azaleas son abruptas. Los caminos se convierten en zanjas, en taludes, en angosturas. El caminar, en una crepitación de piedras arrastradas. Su sequedad causa impresión a las palabras. Su angustia estremece. Su reciedumbre, sin embargo, acompaña. Solo en un paisaje tan solitario se es más uno mismo.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Machadiana \ y 5


Un lugar es también el nombre de un poeta a cuyos pies se tiende un mar hospitalario que lame las heridas de la playa. Un sol orfebre que dora el torso de las hojas de yedra y la cabeza erguida de las aves. Un lugar son los garabatos desposeído de paisaje. Un mirlo en lo alto de la tapia. El conejo subiendo el talud del camino. El rastro de cartuchos que abandona el cazador en su escondite. Un lugar, su pesadilla. En la losa dejo una maceta de narcisos para que den luz sobre el lomo en sombra de febrero.

martes, 4 de marzo de 2014

Machadiana \ 4


Esta hoja de papel donde escribo es, Leonor, una metáfora del universo. El sol que lleva tu nombre es palabra radiante y las palabras que le acompañan forman galaxias. Cuando te levantas, descalza, al amanecer sigo tus pasos en el susurro que su caricia deja sobre la piel de la madera. Las ventanas de la casa dan a hojas de papel en las que leemos cielo cuando miramos hacia lo alto y bosque si nos contemplamos, Guiomar, uno al otro con el mismo embeleso que si tuviéramos quince años y nos descubriéramos por primera vez. Como, de hecho, nos descubrimos.

sábado, 1 de marzo de 2014

Balada de Ana María Moix


Soplaba el viento. En las calles al norte se arremolinaba bajo el abrigo y se perdía por la camisa. En el cielo empujaba densos nubarrones. De repente, un chaparrón; luego, un claro. Por las aceras correteaban lentejuelas de vestidos años veinte, plumas de sombreros de fantasía, pisoteados pedacitos de serpentinas. Restos de un aventado carnaval. Entré en una librería. No había casi nadie. La librera se había disfrazado. Tuve una rara sensación. Todo se había quedado como detenido, pese a las sacudidas de la ventolera. Una luz elegíaca llegaba desde dentro. Quiero contarte, Ana María, lo que dejaste de ver.