jueves, 30 de marzo de 2017

Becqueriana / 105


Baila la tarde una canción lenta, abrazados el sol y la sombra. El sol queriendo ser sombra, la sombra deseando aparecer iluminada. Bailan los insectos entre los restos que quedaron de la merienda. Alrededor de cada miga, un círculo de hormigas danza con su tesoro descubierto. Bailan los ojos cerrados con los ojos cerrados, y a través de su ceguera ven las manos, el pecho, las caderas. Un pie, cuando la impericia lo pisa. Baila la brisa con las hojas del sauce. Los gatos consigo mismos en lo alto de la tapia. Baila la realidad, no deja nunca de bailar.

martes, 28 de marzo de 2017

Becqueriana / 104


Tararea. El arroyo baja por el prado tarareando su canción preferida. Solo el estribillo. Una frase que le gusta y repite sin cansarse. Y también sin cansar. La escuchamos entre estrofa y estrofa de una conversación. Que no es en verso, ni cantada. Pero tampoco en la prosa que desvirtúa la belleza del mundo. A veces callamos para oír el murmullo de las aguas. Lo conocemos de memoria, pero presionas mi brazo para que atienda la melodía que llega desde el torrente. Su irse perpetuo y su constante estar presente. El enigma, o tal vez sea laberinto, que tanto seduce.

sábado, 25 de marzo de 2017

Becqueriana / 103


Si un día, atado por petición propia al palo trinquete de un velero para poder escuchar el canto que fascina, reconociera el suyo en mitad del océano y de un incierto camino de regreso, al instante pediría que algún marinero audaz, con los oídos y ojos tapados, me desatara las manos anhelantes, me liberara el cuerpo seducido por su voz, redimiera mis pensamientos de la sujeción a la lógica de los rumbos y me dejara encaramarme al bauprés hasta perder por completo el equilibrio y sentir el helor de las aguas como el mayor bien entre sus brazos de sirena.

jueves, 23 de marzo de 2017

1987- «La lección de música»


Se ha corrido la voz. Una nube de indigentes guarda la espalda de Stéphane Mallarmé, clarinetista de la filarmónica de París. Nadie le molesta mientras mantiene su solitario diálogo frente al tragaperras, que a ratos gorjea cataratas de monedas. Solo cuando se da la vuelta para irse, abandonando la calderilla en el cuenco de los premios, la avaricia se agolpa por retirarla. Y cuando el músico sale del bar, acompañado por su sombra, se le acerca Pascal, que acaba de concluir su práctica de escalas, y se ofrece a formar con ambos un trío de cámara. Silenciosos pasos calle abajo.

martes, 21 de marzo de 2017

1986-«El otoño de las rosas»


—Agente... Azorín.
—Muchacho, ¿por qué lloras?
—Recurro a usted, hip, porque se está cometiendo una injusticia.
—¿Cómo te llamas, chaval?
—Paco. El de Elca.
—Conozco a tu familia. Buena gente. Veamos, ¿qué te atormenta?
—La noche. Está a punto de caer.
—Sí. Es verdad. Noviembre es siempre así. Un mes oscuro.
—Contemplaba los campos. Su belleza desolada.
—¿Y por qué no estás jugando a pelota con los otros chicos?
—Porque me gusta ver cómo florecen los pensamientos y el hibisco.
—Extraño entretenimiento.
—La noche se cierne.
—Una amenaza no es un delito.
—La noche lo devorará todo.
—Algo siempre permanece.

sábado, 18 de marzo de 2017

1985-«Libro de horas»


En el escaparate de la sastrería de Saint John Perse hay guantes de piel amarilla y pajaritas de fantasía selvática. Pañuelos de seda con abstracciones geométricas. Camisas de blancura alpina, pantalones ajedrezados, calcetines pintados por Mondrian. Hay bluchers con suela encarnada. Capas de terciopelo. Americanas con tacto de nube. Tirantes color índigo. En la puerta ondulan aromas a madera y música de Monteverdi. Por delante cruza el mozalbete Rafael cada día, con su pesada cartera. Camina despacio, se detiene, aspira. Sueña con el día en el que abandone los pantalones cortos y la corbata con cuello de goma del uniforme. 

jueves, 16 de marzo de 2017

1984-«El amante»


La luna viste de azul el cuerpo níveo de la joven. Y del mismo azul que las aguas del Índico desdibujan con sus garabatos sobre las olas tiñe el humo de la pipa que exhala Li Bai. La brisa revuelve la melena de Marguerite, acodada en la baranda de popa, y estremece la piel en sus brazos descubiertos. Li Bai convierte el silencio en rumor y un ramillete de flores amarillas prende en las palabras que no se atreve a decir. Las argollas tintinean entre sí. La muchacha aprieta los dientes para que no castañeen.  Li Bai mira la luna.

martes, 14 de marzo de 2017

1983-«Fado alejandrino»


—¿Sargento Hemingway?
—¿Quién pregunta?
—Yo, mi sargento.
—¿Recluta Antunes?
—Yo, mi sargento.
—¿Y sabes decir algo además de yo mi sargento?
—Sí, mi sargento.
—Me alegro.
—Gracias, mi sargento.
—De nada. Nos vemos.
—¿Sargento?
—¿Querías algo?
—Sí, mi sargento.
—¿Ahora?
—Sí, mi sargento.
—¿Y sabes decir algo además de sí mi sargento?
— Mi sargento, sí.
—Fantástico. Felicidades.
—Gracias, mi sargento.
—De nada. Pásalo bien.
—Una pregunta, sargento.
—¿Quieres que pierda toda la mañana contigo?
—No, mi sargento.
—¿Así que hay algo que no entiendes?
—No, mi sargento; digo, sí mi sargento.
—¿Te aclaras?
—Sí mi sargento; digo, no mi sargento.

sábado, 11 de marzo de 2017

1982-«Paisajes después de la batalla»


En el obrador de la Pastelería Arcipreste un moscón se impone como violín solista a la sinfónica de moscas habituales. La mañana tampoco logra desperezarse con la melodía mientras Juan Ruiz, repostero mayor, ensaya un hojaldre en forma de corazón de serrana con una almendra en el centro. ¿Quieres probarlo? —le ofrece a Juan, el aprendiz a pesar suyo. No he comido antes un plato —responde reivindicativo— para merecer un postre. Alza un ojo el maestro: los cacharros por fregar, el suelo por barrer, la nata por batir. ¿Y si le ponemos un pistacho? —sugiere—, será más fácil de descascarar.

jueves, 9 de marzo de 2017

1981-«Los títulos»


La recibe de espalda. Mi nombre es Rosa. Ni se da la vuelta. El gerente y propietario de Industrias Cárnicas James Joyce S.L. abrillanta la plata del rótulo con un paño de algodón fino. He venido por el anuncio. Y sin siquiera girarse, después de esparcir su aliento por las letras y seguir frotando, recita: Aguja, aleta, babilla, brazuelo, cadera… siga, siga. Rosa se azora, tartamudea: cadera, cadera… carri-carrillada… contra… costillar. Por primera vez se da la vuelta el señor Joyce: ¡bravo! Culata, espaldilla, falda, llana, lomo… siga, siga. Rosa ahora no duda: Morcillo, morrillo, pecho, pescuezo… Aplaude: ¡Bravísima, contratada! 

martes, 7 de marzo de 2017

Becqueriana / 102


A mano se escriben los versos. Con los dedos se cuentan sílabas y con el lápiz se tacha la palabra que puede ser sustituida por otra que tenga más puntería. La lista de la compra, ya sin sílabas contadas, pero también en verso y con tachaduras. A pluma queda sobre el cuaderno el retrato del día, al natural. A bolígrafo, en un billete de autobús, sin ninguna modificación, el aforismo del instante. Un paseo por la playa o el ascenso a un monte tras un día de lluvia, con el rastro de las pisadas sobre el lugar.

domingo, 5 de marzo de 2017

Becqueriana / 101


Escribes. La luz se arremolina en el suelo, junto a las sillas vacías, alrededor de los zapatos nostálgicos de los pies. Tus labios escriben en el papel de la piel palabras nuevas que ya conozco y palabras conocidas que nunca he sentido. El tiempo se tumba en el sofá con una novela policíaca en las manos. Estás escribiendo. La brisa baila un lento con las cortinas recogidas en un extremo de la ventana. La humedad de los labios inventa sensaciones en la espalda, un caligrama de estremecimientos que brilla a la caída del sol. Escribes. El día cierra los ojos.

viernes, 3 de marzo de 2017

Becqueriana / 100


Ríos navegables, los cuerpos nacen en las recónditas montañas del deseo. Un pequeño salto, una corriente, un fluir por entre las rocas de arroyo menudo, un murmullo de cauce bajo la frondosidad de un bosque. El agua crea al cuerpo. Y la ilusión lo ensancha, profundiza su lecho, estremece su superficie. Así, la seducción traza en la llanura de la tarde meandros de suaves curvas, un serpenteo que alarga el recorrido, que marea al tiempo. El anhelo forma en el río un delta, un mar de dunas que fotografían al mar. Un encuentro de aguas. La exaltación de ese encuentro.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Becqueriana / 99


La ventana dispersa por el cuarto la luz del poniente como si preparara la base cromática de un lienzo. La música. La música la elige un estado de ánimo. Hoy vengo latina, le ha dicho al oído cuando ha entrado en sus brazos al bajar del autobús. El vestido. El vestido lo han elegido las preferencias que descubre cuando se miran. Se han descalzado. Sobre la madera del suelo los pies acompasan los latidos que golpean ya en el pecho. Hoy he estudiado latín para ti, le dice. Sonríen. Bailan. Afuera, la noche se asoma, como acostumbra, sorda y ciega.