miércoles, 30 de junio de 2010

Palabras, palabritas, palabrotas

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En el puesto de las palabras, el quincallero gramatical las amontona por el metal del que están hechas: a este lado, cerquita de la silla donde dormita su perpetuo enfado con los gobernantes, las de plata; luego, las de cobre; más allá, las de hierro. Cuando le llega una palabra de la que se desprende una viejecita cuya pensión se agota antes que el mes, paga unas monedas, echa un vistazo a su morfema y la lanza al montón correspondiente. De vez en cuando le compro palabras sueltas, anticuadas. Me las deja baratas. Son siempre inservibles. «Petróleo / carbón / leña: / amor».

martes, 29 de junio de 2010

Canción de amor (y 14)

Amores, Mari Trini
«He descubierto un blog con canciones de amor», grita desde su bicicleta Julio como quien aplica las nuevas tecnologías a pretextos antiguos. «Vamos a verlo», acepta subir Ana a su habitación en la residencia. Mientras el aparato arranca entre quejas y balbuceos, él le muestra un yogurt de coco: «¿Te apetece? Es lo único que tengo, está fresquito». La luz entra por detrás, y sobre la pantalla encendida Ana no mira las palabras que Julio pronuncia, sino sus ojos pendientes de leerlas. «A esta canción le falta algo» —dice maliciosa. Y es el blog, ahora, el que descubre el amor.

miércoles, 23 de junio de 2010

A vueltas con los géneros literarios (tríptico)

Los géneros literarios son, como las bicicletas, un entrañable anacronismo. El único género literario funcional del presente es el periodismo. La escritura periodística se caracteriza por el sincretismo estilístico y la ubicación del tema en el ámbito sociológico. Su camuflaje es perfecto: crónicas deportivas llenas de figuras poéticas y poemas discursivos como columnas. La sociología, por otra parte, ofrece el impecable espejismo de un significado: el lector identifica siempre el contenido. Poemas, novelas, ensayos, periódicos están escritos en este archigénero. Y a la literatura lo único que la define es la distancia que tome con él. Su tránsito hacia nadie.
(2)
El camino hacia nadie el escritor no puede realizarlo solo. Es una de las paradojas más abruptas de la literatura: en la esencia de lo escrito late la aquiescencia y comprensión de otro. Quien diga «Escribo para mí» abre la brecha insoportable de la vanidad. De ahí que la obsesión de los novelistas por las ventas, de los poetas por las reseñas y de los dramaturgos por las subvenciones no sean más que síntomas veniales de una ansiedad de mayor calado: ¿quién en nuestra época será ese otro? Los tradicionales —editores, críticos, profesores, eruditos, estudiosos— son figuras en penosa decadencia.
(3)
El modelo más diáfano de refrendo para una actividad artística es el de la música. Se aprende música para enseñarla, y en ese tránsito, en el que rara vez intervienen las variantes sociales, los músicos aseguran la pervivencia —la eternidad— de la Música, y a su vez reciben la legitimación de su actividad. Un solo discípulo justifica el saber de un músico. De algo parecido disfrutó la literatura. Así lo creyeron los poetas cuando pensaban en el lector como maratoniano portador de la antorcha. Hoy esa imagen les da risa: la magnitud sociológica del lector les empuja al archigénero periodístico.

lunes, 21 de junio de 2010

เพลงความรัก

Luj Yaj
Cuando Phailin alzó la mirada, aún con el agua de coco ascendiendo por la pajita hacia sus labios, Kovit sorbía cabizbajo, sin ver del día nada más que su rostro desfigurado y cada vez más pequeño conforme menguaba el líquido en la cáscara partida, lo mismo que ella había tenido delante hasta entonces. Le dio tiempo a contemplar, dentro de la imagen, cómo un avión escribía en la pizarra del cielo un mensaje incomprensible y en qué tronco un perro iba a levantar la pata. Todo eso no lo vendían con el agua de coco, pero Phailin sí lo compraba.

sábado, 19 de junio de 2010

Lembrança

A plomo cae la luz sobre las fachadas esta mañana blanca de junio camino de la panadería. La vivencia puede que sea mía, quién sabe, pero la frase con que la comprendo no, la aprendí en Eugénio de Andrade. Dudo que coincida con algún verso suyo, pero esa manera de derramarse la luz sobre la ciudad transformándola en un regalo recién desenvuelto o en la primera caricia de la persona largamente ansiada no es mía. Quiero decir, ya es mía porque me la dejó en herencia Eugénio de Andrade. Sin él, el paseo por las calles hoy carecería de imagen.

jueves, 17 de junio de 2010

«Verano», de J.M. Coetzee, en Mondadori








Hay en el último Coetzee una desazón por alterar las convenciones narrativas. Diario de un mal año era un ejemplo y la biografía a través del espejo de Verano sigue la línea, tibiamente abierta con Infancia, unas memorias en tercera persona. Da qué pensar esta necesidad de rejuvenecer su prosa con marcas externas. No las necesitó el mejor Coetzee, que supo sabotear todas las expectativas de una historia, hasta arrasar el corazón del lector, desde un marco narrativo convencional. De hecho, lo más intenso de Verano resulta lo que nada tiene que ver con el juego planteado: los fragmentos diarísticos.

martes, 15 de junio de 2010

Lisboa


Aquel taxi desde la estación de Santa Apolónia —ventanas abiertas, trapeo de camisas— en la mañana de un domingo de verano por una ciudad desierta queda en la memoria como un desperdicio no lo suficientemente diluido cuyo paso al sumidero —por donde se fueron viaje, víspera y estancia— impide la rejilla. Los taxis que le sucedieron, desde la estación de trenes, de autobuses o de aviones, cobraron en la tarifa también su olvido. Tal vez por eso se reverencie la primera vez: desconcierto e inexperiencia es el único cromo que me queda en el bolsillo para cambiarlo por la nada.

domingo, 13 de junio de 2010

սիրո երգը

Siranush Harutyunyan
El nubarrón sobre el barrio de Nork se fragmenta en caprichosos triángulos cuando se mira en los cristales de la estación abandonada del teleférico. Bedros arranca con la punta de la zapatilla, en el peldaño donde están sentados, un trozo de hormigón. «Aquí hay más arena que cemento, no me extraña que todo se venga abajo». «¿Cuándo me llevará este fantástico albañil a beber una agua de Jermuk?» —aprovecha Lucine el comentario profesional. Bedros levanta la vista, admira sus ojos oscuros, sonríe: «Para ti construiré un teleférico de hormigón armado que suba hasta la cima nevada desde aquí mismito».

viernes, 11 de junio de 2010

«Mientras viva el doliente», de Antonio Daganzo, en Vitruvio





Antonio Daganzo (1976) sugiere al lector lo vanas que resultan las viejas disputas sobre si la poesía es comunicación o conocimiento. Ni una cosa ni otra: la poesía es comprensión. La única manera de comprender lo inexplicable. Cuanto más incomprensible sea aquello a lo que la poesía se enfrente, más sobrecogedor será el resultado de su esfuerzo de comprensión. Es lo que me ha parecido este libro: una búsqueda de sentido donde sólo existe el sinsentido: en la enfermedad. También en la niñez, no entendida de la bobalicona manera que hoy se muestra, sino trazada como esta exigencia de comprensión.

miércoles, 9 de junio de 2010

Premonición del blog 3: «Oceanografía del tedio», de Eugeni d’Ors

Si alguien hubiera disfrutado con un blog es Eugeni d’Ors. Su bitácora en papel tenía título y espíritu de blog, sólo le faltó la tecnología: en lugar de cuartillas, un teclado y conexión. Se piensa hoy en día que el soporte es la esencia. En esta época, con esas ideas, todo parece posible. Pero Eugeni d’Ors descubrió las profundidades del tiempo vacío, la seducción de los rincones, el abismo que se agazapa en lo inane. Y lo fue cartografiando en prosas precisas, matemáticamente exactas. La tarde de verano, la siesta: ahí donde los demás no ven nada; el blog descubre.

lunes, 7 de junio de 2010

El túnel

Can Macià. Òdena
A diferencia de los laberintos que dibuja la oscuridad en la noche con el apoyo de cuantas figuras retóricas tiene a mano —el rastro de un animal en la hojarasca o los zarandeos del viento—, la negritud del túnel sirve únicamente para avanzar. O acaso para retroceder, si es que realmente existe una diferencia entre ambas acciones. Propicio a las metamorfosis —fermentación o crisálida— el túnel exige, sin embargo, parálisis, letargo. La indefinición sobre el sentido verdadero de la marcha favorece el estancamiento. Con la duda —la cabeza que mira a un lado y a otro—arranca la transformación.

sábado, 5 de junio de 2010

Aşk şarkisi

Na'at
Es verdad que no tenemos gran cosa, Orhan, aquí junto al río, entretenidos sólo con la pelea entre la niebla baja y las luces fugaces que cruzan el puente Boğaziçi. A veces me pregunto: ¿qué más quieres, Dilara? Nuestro es el chirrido de los tranvías, el canto de los vendedores de boza, el frío y la humedad de la noche. ¿Qué más quieres, Dilara? Nuestro el dialecto del cielo que no comprendemos y la acuarela de la ciudad que el gran charlatán dibuja en la pizarra de las aguas. ¿Qué más podemos desear, Orhan, cuando tu mano aprieta la mía?

miércoles, 2 de junio de 2010

Porcelana oral

Al que llaman el turco voceaba esta mañana en los Encantes «libro barato, libro barato». Pronunciaba todos los sonidos, pero oírle daba la misma impresión que ver una tacita de porcelana con una melladura en el borde. En una esquina del puesto tenía alineados unos librotes. Alguien le ha tendido un volumen de aire tristón y ha respondido: «Cuarenta euro» —ya sin asa la tacita—. Ha desaparecido deprisa el comprador, y el turco se ha explicado: «Si elige solo uno entre tantos, por algo será» y lo ha retirado del montón. A partir de aquí Mamet escribió American Buffalo.

martes, 1 de junio de 2010

«Abierto», de Juan Marqués, en Pre-Textos





Con una clara absorción de la mecánica —a veces también de la métrica— del jaiku, Juan Marqués (1980) construye sus poemas sobre el suelo de la vida cotidiana, pero con el halo de irrealidad y misterio bien aprendido de las elipsis en la poesía oriental y su fijación de la atemporalidad: «La vida, más que un tiempo, es un espacio». Junto a las leves descripciones de lugar, en Abierto destaca un gusto casi aforístico por la lección moral y el juicio de lo contemporáneo: «Todo lo que se ve tiene sabor / y, no nos han creado / para hablar de dinero».