viernes, 28 de mayo de 2021

Cuentos del hada jubilada (trigésimo séptimo)



Cuando se publica un libro, todo es alrededor silencio. Estoy contenta con la edición, pero soy la única. Bueno, se lo mandé a mi prima de Uruguay y le encantó recibirlo. La empleada de Correos, que me tiene vista, me preguntó si hacía el envío a mi hija. «No, a mi prima», le dije, pero me inquietó la vida que hubiera ocurrido si escribiera a Uruguay a la hija que no tengo. El hijo que tengo está en Londres, pero no se lo he enviado. Le mandé una foto por wassap. Me dijo: enhorabuena, mami; así, todo escrito en minúscula.

lunes, 24 de mayo de 2021

Cuentos del hada jubilada (trigésimo sexto)



Un traje colgado en un extremo del armario, cubierto con una tela blanca y bolas de alcanfor en los bolsillos. Lo llamaba Decisión. Se lo cortaron a medida hace años, después de ahorrar durante meses, contrastar precios en los sastres de la ciudad y consultar calidades del paño. Lo estrenó el día en el que se cumplía lo que había sido su gran decisión. De ahí el nombre de su traje. Meditada durante años y tomada para que, beneficiándole a él, no perjudicara a nadie. En el armario aguardaba otra decisión, aquella que ya no le correspondía tomar a él.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Cuentos del hada jubilada (trigésimo quinto)



Iniciar una frase posee sus reglas, eso lo sé. Nunca empezar por un adverbio. Tampoco con un verbo queda bien. También hay que evitar las repeticiones, redundancias, aliteraciones, etcétera. No conviene usar palabras genéricas, como cosa, todo o etcétera, etcétera. Y puede que queden mal, aunque a veces quiera evitarlas sin conseguir verlas, las perífrasis. Nada de incisos, ningún paréntesis, sin abusar tampoco de las negaciones, en absoluto. Iniciar una frase teniendo en cuenta, o no, alguna de las reglas, otras las habré olvidado, sin duda, es una tarea la mar de sencilla, facilona incluso, claro. Cosa de un periquete.

viernes, 14 de mayo de 2021

Cuentos del hada jubilada (trigésimo cuarto)



Aprovecho que has ido a la peluquería a que te corten las puntas para escribirte un poema de amor. Un poema que no ha de ser ni demasiado largo, porque entonces no parecería un poema, sino una novela; ni tampoco demasiado corto, porque el sentido innovador podría no quedar claramente reflejado. En verso libre, por supuesto, pero con medidas petrarquistas, obligadas si se trata de un poema de amor, obviamente. Sin rimas, que suenan repipis. Con un ritmo lento, pero no tanto como para incitar al lector a dormirse, con algún giro, así, más... Ah, eres tú, ¿ya has vuelto?

lunes, 10 de mayo de 2021

Saul Leiter's hideout. Snow, 1960


La escritura sobre cristales es prueba determinante de que lo de fuera posee una naturaleza diferente a lo de dentro. Desde dentro, solo existen garabatos en lugar del mensaje que fuera ni se inmutan por leer. Dentro, en invierno, se respira en la cápsula del aire respirado, una atmósfera cada vez más familiar, como el haber recibido un premio por una redacción escolar. Mientras fuera lo real se vierte en el lienzo de un pintor expresionista que nunca se preocupó por aprender la mínima caligrafía del dibujo y prefiere las brochas a los pinceles, dentro el artista se ha dormido.

miércoles, 5 de mayo de 2021

Saul Leiter's hideout. Boy, 1960


De lo que se haya quedado ahí sentado, en la acera de una calle con tránsito incesante, envuelto en el papel de estraza de pensamientos cotidianos y temores ahora resueltos por la vida hace tiempo, no ha quedado ni siquiera la imagen que suscita esta inquietud. El resto, permanece. La valla que cerca el precario acceso a la luz del semisótano. El reflejo de las fachadas de los turismos que pasan al sol, otros modelos, pero idéntico cristal en el parabrisas. Las ondas que se abrazan a las antenas para llenar de vacíos la memoria. Solo lo superfluo resulta inmutable.

sábado, 1 de mayo de 2021

Saul Leiter's hideout. Horn & Hardart, 1959


Desde el interior de los grandes almacenes lo que el escaparate muestra, a la venta, es la ciudad. Prodigiosos maniquíes móviles que saben, igual que los de madera, quedarse perfectamente inmóviles bajo la lluvia, arbolillos de plástico en el fondo de la pecera. Rocas vivas, calcáreas, porosas, higienizadas por las corrientes de opinión, que albergan tras las ventanas especies aún por conocer. Hay enormes escualos que atraviesan el cristal, taciturnos, de aquí para allá. Son los reyes de la creación. Carecen de depredadores que no sean ellos mismos y se dejan conducir por sus capturas. A la venta quien mire.