viernes, 29 de junio de 2018

# 599


El tiempo se entretiene cosiendo. Con dos agujas entrelaza hilos de madejas diferentes. Mientras tanto escucha la radio y a veces también habla con la ventana. La ventana le cuenta cómo es el mundo y el tiempo lo interpreta en las cenefas de la bufanda que teje. Cada día anda liado con su labor y al atardecer tararea canciones de otra época. Pero con peor voz. Luego lo guarda todo en la cesta de la costura y en la cocina tuesta dos rebanadas. En el hervidor el agua aprende a bailar suelto en un cursillo acelerado para melancólicos. El tiempo.

miércoles, 27 de junio de 2018

# 598


Las palabras que en invierno se pronuncian dentro del bosque quedan escritas sobre su atmósfera con la tinta blanca del denso aliento. Un pequeño cúmulo de calor corporal las imprime en la gélida humedad del ambiente y fluyen entre las copas de los árboles como versos de un poema futurista. Una extensa oda triunfal va quedando atrapada entre las ramas a cada paso. Un poema vanguardista que recita la hojarasca con voz ronca y memorizan los insectos entre los arbustos. Una sinfonía de sensaciones oblicuas que convierten el paseo por el bosque en una perfomance. Escritura del lugar. Del instante.

lunes, 25 de junio de 2018

Maga Losnay, dietario # 597


Hay quien cree que las historias tienen principio y fin, y en medio un recorrido que se convierte en itinerario. O en conflicto, según el género. Son las convencionales. Porque ninguna historia empieza, todas han empezado ya antes de que llegue el narrador y se siente a contarla. Qué buen relato sería el que anda en busca de su inicio y sin encontrarlo nunca del todo cae en olvido. Tampoco tienen final. Al día siguiente de acabar una historia amanece, alguien pone la cafetera en el fuego, enciende la radio. Las mejores aventuras son las que se reescriben cada día.

sábado, 23 de junio de 2018

Dietario de sensaciones, 50



La niebla oculta un horizonte de montañas, las azoteas, las calles. El cielo nublado ha convertido el sol en la piedra que cae al fondo de un río de aguas agitadas. Losas con las que cubren la arena de la plaza donde antes la chiquillería jugaba a pelota. Lo que no deja ver aquello que se sabe que está debajo. Ni oler, ni tocar, ni presentir. Está ahí, con una presencia ida. Con la voz ahora muda. Una noche que se ha quedado a vivir en horas diurnas. La ausencia. Un globo que se escapa de la mano del niño.

miércoles, 20 de junio de 2018

Becqueriana / 140



Llueve. Y de repente arrecia. Tambores sobre la realidad. Igual que si alguien hubiera lanzado un grito ante el máximo horror. La marquesina los recoge. Una barca en mitad de un océano iracundo. En el bolso de ella no hay paraguas. Tampoco en el macuto de él. Cuando han salido lucía el sol. Y ahora diluvia. Ni los autobuses llegan, solo pasa un río de agua por el lateral de la calzada. Bajo la marquesina, ven llover. En una isla solitaria. Un brazo por el hombro, el otro alrededor de la cintura. El agua golpea el frágil techo con ganas.

martes, 19 de junio de 2018

Dietario de sensaciones, 49



Las metáforas nacen en la piel. De la brisa húmeda que la ventana cuela. De una imagen que estremece recordar. De una caricia que se sintió durante un sueño. La piel da sentido a muchas palabras que prenden en las sensaciones del tacto. A otras que la cubren, en cantidad durante el invierno, con liviandad durante los días calurosos del verano. Y aun a términos que la explican, que la nutren, que la vivifican. Tantas palabras brotan de la fuente incesante de sensaciones que es la piel. Pero las decisivas, las que revive con mayor intensidad son, siempre, las metáforas.

sábado, 16 de junio de 2018

Becquerina / 139



Una toalla te envuelve cuando sales del baño. El cabello aún húmedo, la piel que brilla. Caminas descalza. Sobre la cama has dejado las prendas que has elegido para este sábado en el que las nubes transitan por el cielo con pesares de otoño. Te desprendes de la toalla y tu desnudez viste de luz la habitación. A tu espera, un claro de bosque, que alzas hasta tu cintura. Dos cumbres gemelas que acogen tus pechos. Un salto de agua cristalina recorre tus piernas, que una ladera ajusta. Abotonas, luego, una playa de dunas y te abrigas con su oleaje.

jueves, 14 de junio de 2018

Dietario de sensaciones, 48



Tierra que ampara. Oscura, húmeda. Las manos la han moldeado, no para cántaro. Para que cobije solo. Para que alimente. Sin nada más. Para que sea tierra, ella misma lo que ha sido siempre, ahora en el alféizar de una ventana. Quien le ha enseñado a la tierra lo que la tierra siempre ha sabido: a acoger. Los dos brotes han llegado deslucidos. Famélicos tal vez. Allí donde habían nacido, entre piedras, paseantes, tráfico, no llegarían lejos. Pero han tomado un autobús. Han caminado. Han subido escaleras. Un sueño. Y ahora se acuestan en la tierra que les han preparado.

lunes, 11 de junio de 2018

Becqueriana / 138



Regreso al atardecer con un ramillete en la mano, los versos que he encontrado entre la hierba que bordea el camino. Un poema silvestre. Solo puro contenido, sujeto en el puño mientras la luz de la tarde se apaga como quien recoge las lonas que protegen del sol al mercadillo. Ya en casa le he buscado un jarrón con forma de soneto. Catorce flores con cuatro rimas combinadas. Lo he colocado sobre la cómoda y me ha parecido que el poema se sentía solitario. He buscado dónde descubrir más versos, pero solo estábamos tú y yo. Catorce caricias, otro soneto.

sábado, 9 de junio de 2018

Dietario de sensaciones, 47



Solo a través del frío el agua cobra forma. El calor, por el contrario, la anima a desaparecer, y desaparece. Las palabras son como el agua. La distancia las aquieta. Las ajusta a un molde. Enmudecen con el alejamiento. Y con el calor del abrazo de bienvenida se diluyen. Se evaporan. El cauce de las palabras es la conversación. Igual que el agua crea una corriente que aprovecha los desniveles para ir de un lugar a otro, las palabras, para viajar, utilizan a quienes charlan. Les acompañan. Pero agua y palabras aún tienen otro aspecto en común. Sacian la sed.

jueves, 7 de junio de 2018

Becqueriana, 137



La mañana se ha tumbado con ellos en el pequeño prado junto al río. Les señala aquello de lo que se siente satisfecha: un nube solitaria en mitad de un cielo cristalino, el vuelo ordenado de una bandada de patos nómadas, la torre del campanario en la iglesia y los álamos que crecen alimentados solo por su propia alegría. Se lo ensalzan todo. Les gustan las mañanas tranquilas y rurales. La brisa, el resplandor, los silencios. Se va agradecida. Saben los dos que luego, cuando hable con la nube los señalará a ellos, sus amigos en el prado, con orgullo.

martes, 5 de junio de 2018

Dietario de sensaciones, 46



Un carro de heno detenido junto a las puertas del pajar. Los andares de realeza de un pavo que contempla escéptico la escena. El mugido interesado de la vaca al ver su enormidad. El vuelo ágil y asustado de los gorriones que picoteaban por la grupa. El paso filosófico del caballo hacia la valla donde se ha quedado el forraje. Revuelo de moscas alrededor de las ideas en movimiento. Ella, vestida con camisa de leñador y botas de montar; él, con chaleco de cuero y pantalón ajustado. El cielo azul de un set de rodaje. El Tiempo de las Baladas.

domingo, 3 de junio de 2018

Becqueriana / 136



Deja la voz de ser voz para transformarse en melodía, y las manos dejan de ser manos por dirigir la orquesta de las sensaciones, y la piel deja de ser piel para convertirse en partitura de misterios, y el tiempo deja de ser día para erguir sobre la luz el templo alzado de la noche. Los labios dejan de pronunciar palabras sobre la sal de los cuerpos y los cuerpos dejan de ser meros personajes secundarios para asumir el papel protagonista del instante. El cabello renuncia a su peinado y las mejillas dejan su palidez olvidada entre rosas intensamente rojas.

viernes, 1 de junio de 2018

Dietario de sensaciones, 45



Se palpa los bolsillos por encima de la gabardina oscura, con la mirada revisa los lugares donde se suelen dejar los objetos —las llaves, el monedero, un pañuelo de seda— para asegurarse de que no se lleva nada consigo. Comprueba los cierres de la maleta donde ha guardado las telas negras con las que acostumbra a cubrir la realidad durante un tiempo. Ya está a punto para partir. Lo hará en el instante en el que una niña pizpireta entre dando saltos por la ventana y lo llene todo de color; todo, menos las pertenencias que sombría arrastra escaleras abajo.