miércoles, 28 de noviembre de 2012

1929


Con las manos lo agarra por sus nudos y con la cabeza inclinada hacia el hombro sujeta un trapo sucio sobre el que, una vez alzado, descargará el saco. Mientras una mano guarda el equilibrio, trata la otra de evitar el roce áspero de la arpillera sobre su oreja estirando hacia arriba el ennegrecido paño. A grandes zancadas, el hombretón alcanza la boca de la carbonera, donde tras desanudarlo con una sola mano, verterá el saco con estrépito de rocas que entrechocan. La boca de mi alma, Luchía. El alimento de mi alma, Luchía. El color de mi alma, Luchía.

lunes, 26 de noviembre de 2012

1907


El escribiente anota ciudades en la pizarra y luego las borra con un trapo que desprende una coleta de tiza que acaba por crear dunas diminutas sobre las losas ministeriales. En eso consiste el destino, un nombre de lugar que el funcionario suprime de un listado y convierte en montoncitos que, tras ser pisados, esparcirán vestigios blancos al albur de los reniegos del barrendero. Leí «Soria» en la retahíla y sin saber cómo vi que le adjudicaban mi apellido. Casi a mis espaldas. Un destino, una cascada de yeso. Hueco topónimo que este viaje en tren… ¿habrá empezado a llenar?

sábado, 24 de noviembre de 2012

First Sonata for flute and piano. Allegro poco moderato


Saca a bailar, y sin contemplaciones, a las sábanas de la colada, al flequillo de los toldos recogidos y a las flores que tratan de dar dignidad a las macetas donde las han plantado. El viento zarandea la realidad a su gusto. Su temblor divierte a las copas de los plátanos. Sus hojas lo aprovechan para huir muy lejos, imitando la lección aprendida de las aves durante un verano entero de atento examen y estudio. La ventolera ama, sobre todo, las faldas de las transeúntes. En su agitación certera e irreverente descubre el flautista el perverso secreto de su instrumento.

viernes, 23 de noviembre de 2012

First Sonata for flute and piano. Adagio


En la playa reluce el lomo de las olas tenuemente iluminado por la luna y unas chispas de fuego que suben y bajan allí donde haya un marinero que fume. La oscuridad respira como un dios que todo lo acoge. Al relente no le asustan los abrigos y enfría hasta las palabras, que al salir se cubren con un halo blanco. La noche, en su aventura solitaria de desdibujar las líneas de la costa, se despliega con convicción. El oleaje interpreta su partitura dodecafónica ante quien, atento a todo y a nada, a veces se detiene y sueña un nombre.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

First Sonata for flute and piano. Allegro Moderato


Una algarabía de pájaros trenza la sombra de la tarde en la arboleda. El torrente va a lo suyo, sin miramientos. Los chiquillos le lanzan piedras, él ni se inmuta. Le esperan en alguna parte. Tal vez le requieran para un gran proyecto. Las mariposas aprenden a volar en cada desplazamiento. Dan ganas de darles lecciones. Señalar al impecable vencejo y mostrárselo. Los mayores juegan a las cartas. De la atención que ponen se diría que se están intercambiando aquellas que recibieron de jóvenes, cuando festejaban. El músico escribe en su cuaderno de pentagramas. Traduce. Donde escucha pájaros, anota fa.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Proustiana / 9


Precioso libro sobre el tiempo detenido. No circula hacia delante, no hay lugar al que llegar —horarios, citas, obligaciones—, sino hacia adentro, del tiempo, del espacio, del sujeto. Fuera de la ciudad todo cobra una densidad que asombra. A esa densidad Eduardo Moga le pone palabras. Precisas. Cuanto dice es exacto. No en la realidad, sino en el lenguaje. Parece paradójico: riqueza extrema del lenguaje y exactitud. Lo que solo se pude entender de una manera: la riqueza extrema en la comprensión de la realidad. Objeto y fin de la poesía, lo sé, pero al alcance de tan pocos.

sábado, 17 de noviembre de 2012

1958


No eres losa, ni mayúscula de epitafio, ni amapola marchitándose sobre la piedra. Aunque roca, caligrafía fúnebre y pétalos desprendidos por la lluvia sea tu presencia, ahora. Lo único que me colma cuando alguien se aviene a empujar mi silla de ruedas hasta ti. No eres ya tampoco quien fuiste, y a mí me dejas deshabitado de mí mismo, espurio, recién nacido a la desaparición. Niego con ira que seas las fechas que ensartan tu nombre. Lo vivido no crea números, sino conciencia. Y ese numen, espíritu, esa armonía emerge, la presiento, del granito, de sus hendiduras. De la rosa.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Proustiana / 8


En cuanto cierra el libro el lector busca en Google alguna foto de Ginka Trifonova, sin éxito. En la opción Maps-Street view clica rue de la Clôture y aparecen los pilares del periférico, las vías ferroviarias, los descampados, las calles y avenidas de paso con aceras flanqueadas por tapias y verjas, sin apenas transeúntes. Y por todas partes la basura desperdigada como lunares por un vestido de fiesta. Pasea el lector por las fotografías de lugares ajenos, sin memoria, anodinos, olvidadizos, triviales… a los que, de repente, La cerca les ha dado sentido. Nombres propios, historias, paisaje reconocible, familiaridad. Memoria.

martes, 13 de noviembre de 2012

1793


Constance. Entorno los ojos y por fin leo tu nombre, una y otra vez. He logrado que la cerámica le dé el brillo apagado con que lo evoco. No ha sido fácil. Con las uñas, hasta con los dientes, he rascado años de bardoma y excrementos momificados. Llegan aullidos de las celdas abarrotadas, y de vez en cuando un preso interrumpe mi sueño para apartarme y defecar. Constance. La blancura del azulejo arañado al fango me devuelve tu candor. Mis orines han ablandado la mugre y la he limpiado con mi saliva hasta que del lodo ha emergido tu nombre.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Proustiana / 7


Montaña de roca caliza, el presente comparte la erosión de las aguas de la memoria, que abren galerías en su interior y esculpen olas de zozobra en su superficie. Del presente, condicionado por tanto pasado, solo emerge la materia sólida que permanece en pie tras el efecto disgregador de lluvias y vientos. Un recuerdo que traza grietas y hendiduras donde antes hubo piedra. Un presente que mire más la fisura que la roca, contemplada esta como futura ausente, acerca la muerte; pero un presente que olvide el desgaste, no la aleja. Montaña de roca caliza, brillas, tan blanca, al amanecer.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Proustiana / 6


Esos pequeños recipientes de palabras, los días, cuencos que quedan a la intemperie y la lluvia les deja una calderilla húmeda en el fondo sobre la que cae una hoja dispuesta a navegar por ella. E inmediatamente otra hoja, encima, se abraza a la primera. Los días. Cazos con el culo abollado e impregnado en tizne. Quedaron inservibles para la cocina y ahora con un poco de tierra acumulada en su interior acogen un ramillete de flores amarillas. Lo único que tenemos para ir guardando las palabras. La lluvia, la arena que trae el viento, las semillas. También algún deseo.

martes, 6 de noviembre de 2012

Fechas


Jesús: no te preocupes por las fechas. Te cuento. En 1492 se vislumbra el Renacimiento, pero solo lo ven los hijos, no los padres. Es algo inaudito, hacía siglos que no ocurría un cambio de mentalidad tan rápido. En 1952 se estrena Esperando a Godot. Copio las dos primeras frases de la obra. En febrero de 1524 Garcilaso participó en la batalla de Fuenterrabía, el año anterior había estado en Nápoles y había leído a los poetas italianos. De hecho, la mujer que imagina no parece su amada, quizá la de Cavalcanti. Era hijo del nuevo siglo: vivía en Renacimiento.

sábado, 3 de noviembre de 2012

1524


El viento del norte acuchilla los rostros, los llaga. Febrero. Por el cauce del Bidasoa discurre plomo. Las manos, amoratadas, prefieren la suciedad a sus aguas. Los centinelas patean el suelo por desentumecerse. Humean ascuas en las cocinas. El cielo abotagado amuralla ojos y pensamientos. Por una grieta el mío aún huele los orines en las callejas de Nápoles. Ante la evocación de su bochorno extiendo las manos para ofrecerles un poco de calor. Este silencio invernal se puebla de voces que convierten la grisura en bosque; la nada, en espera de contemplarla. De que me sonría. Que la bese.

jueves, 1 de noviembre de 2012

1492


Muere el que ha muerto y los que le entierran, ensayan. Y aunque el arcipreste eleve los brazos hacia el cielo, solo le sobrevivirá el anillo en el dedo de un ladrón de tumbas, que tampoco sentirá nada cuando se lo arranquen de un tajo. Así pensaba mi padre y el padre de mi padre, pero a mi hijo un revuelo le ha desordenado las témporas. Habla de que en la vida solo hay vida, presente, conquista, fruición. Habla de nuevos mundos y sus ideales se hinchan como nubes al final del día. La tontería se apodera de los débiles.