viernes, 25 de mayo de 2012

de


El novelista se encuentra con sus lectoras (y algún lector). La tarde es calurosa. Después de este ratito que pasan juntos, empieza el verano. En verano las ventanas se quedan abiertas durante la noche y a veces entra una brisa que refresca el sudor perlado en los cuerpos. Es cuando aprevechan para regresan los personajes de las novelas a la mente, y se les regaña por no haber sabido defender lo suyo. O se les espanta con un golpe de abanico, por molestos. En verano las novelas se deshacen como el helado en la mano del niño demasiado, demasiado lento.