domingo, 6 de julio de 2008

Venecia

Tan trivial por los colores desajustados de los turistas, todo para sacarles la calderilla del bolsillo y seguir mimando la antigua fortuna de la ciudad. Y, sin embargo, una esquina más allá: un puente, un canal, el viejo palacio, el callejón sin nadie y el silencio, tan denso, tan de verdad. Los movimientos caóticos de los visitantes cuyas lenguas en ningún momento oscurecen el dialecto recio, laberíntico, de los venecianos, que se impone en cualquier calle. Tantos tópicos como prodigios. El vaporetto recorre la laguna y entre la neblina una línea muy tenue escribe en la lejanía un nombre: Venecia.