Hay dos hombres sentados en la terraza. Marzo enfría la caída de la tarde. El resto de meses se han quedado vacías. El camarero, desde el interior, se asoma a la cristalera para asegurarse de que las copas de los dos todavía siguen llenas. Hablan y de vez en cuando ríen y gesticulan. Por la calle desaparecen los transeúntes. Anochece. Se enciende el cartel luminoso. Cuando uno de los hombres levanta su copa, el otro repite el gesto y ambos beben despacio. Luego continúan la conversación. La puerta se abre para que alguien salga. Un perro husmea en el parterre.
