domingo, 3 de junio de 2018

Becqueriana / 136



Deja la voz de ser voz para transformarse en melodía, y las manos dejan de ser manos por dirigir la orquesta de las sensaciones, y la piel deja de ser piel para convertirse en partitura de misterios, y el tiempo deja de ser día para erguir sobre la luz el templo alzado de la noche. Los labios dejan de pronunciar palabras sobre la sal de los cuerpos y los cuerpos dejan de ser meros personajes secundarios para asumir el papel protagonista del instante. El cabello renuncia a su peinado y las mejillas dejan su palidez olvidada entre rosas intensamente rojas.