viernes, 14 de marzo de 2014

Cuaderno de tapas rojinegras \ 9


Dejan los libros una mancha de aceite en el lugar donde ha pernoctado la lectura. Como los coches averiados. La maquinaria antigua. Como el tiempo. Es un tizne blanco, a veces amarillo, con aguas que hacen visos al mirarlas con detenimiento. Un polvo apelmazado por la sequedad. Los libros abandonan bultos que resisten al ser rascados con lija o rociados con líquidos cáusticos. Una humedad que ninguna corriente logra airear. Los libros no sirven para calzar armarios ni trazan peldaños que conduzcan de un lugar a otro más alto. Sí, son una molestia porque permanecen. No se los lleva la nada.