viernes, 21 de diciembre de 2012

1963


Las ventanas del primer piso son altas, verticales, egregias. Están rematadas por un frontón de cornisas blancas. Las del segundo son cuadradas, algo menores. Una baranda con dibujo circular le proporciona a la azotea aires idealistas. Al color cobrizo del ladrillo, sin embargo, le gusta olvidar, pasar desapercibido. Fue refugio en las montañas nebulosas del norte y ahora es, a casi todas las horas, salón de juegos infantiles. Pero cuando los niños duermen, las ventanas se convierten en dados negros que se entrechocan en el cubilete, saltan y rebotan sobre el paño y se detienen siempre sobre la misma cara.