miércoles, 1 de agosto de 2012

Intemperie / 3



Tiene algo de función para niños, pero al revés. El mago se quita el sombrero de copa, lo enseña —nada por aquí, nada por allá— y de repente aparece un pañuelo. Y dentro del pañuelo, una paloma. El ordenador está encima de la mesa del café, junto a los vasos vacíos, el platillo con el cambio; en el respaldo de la silla, la chaqueta. Y de repente, los vasos, el platillo, y nada más. Y nadie alrededor, ni siquiera el mago aguardando el aplauso de los niños.  Así de frágil es la memoria que construimos del presente. Está, no está.