lunes, 16 de julio de 2012

11 de enero de 1930


Los copos han revoloteando por el cielo de agua, su incierto vuelo y sus destellos han encantado los días, encendido las noches. Sin las manos que la agitan, las blancas ilusiones van posándose en el suelo de la bola de vidrio. A la vista quedan las humedades del cuarto alquilado, los martillazos ante la ventana del despacho que da a las traseras, los adoquines mal ajustados que encharcan los zapatos las tardes de lluvia. Por más que trate de removerla, no volverá a nevar en la libreta cuyas páginas arrancaba para escribirle. Dos palabras —hasta pronto— mienten sobre su negrura.