lunes, 6 de febrero de 2012

Cupidesca catorce

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Vestidos de negro, los cuerpos que acuden al concierto abren agujeros en la luz. Rizados, largos, umbríos, los cabellos trazan repetidos eclipses de sol. Chapas, botones y broches lanzan destellos en la tiniebla. La música ruge. Las letras arañan al atravesar el cerebro. La emoción de haber ido tropieza en la sala, a empujones cae por los suelos y las botas la pisotean inclementes. La música brama. La melodía transita hacia el chillido. Las palabras zumban de uno a otro como baquetas desbocadas. En este simulacro del infierno si tú me miras con dulzura no se lo diré a nadie.