jueves, 2 de julio de 2009

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Dice Hertmans que «ya no hay exterioridad, ningún lugar fuera de nosotros para penar por las tragedias de nuestro tiempo». Es posible, aunque la novela parte de la existencia en el presente de un lugar fuera de la subjetividad para penar los sinsentidos; es decir, un lugar del que se ha desterrado la ironía autocomplaciente y la risa cegadora. El Holocausto tiene para nosotros la perdida dimensión cósmica de las tragedias antiguas, pues muestra el último gran duelo entre los hombres y los dioses: la pretensión humana de incluir el exterminio entre los parámetros cartesianos de la racionalidad (nuestro dios).