domingo, 10 de mayo de 2009

Multatuli (tríptico)

(1)
En Ámsterdam, conforme se sale de este café, a la derecha, en mitad del puente que cruza el canal, donde antiguamente se alzaba una torre carcelaria, hay una escultura de piedra oscura que evoca la figura de Multatuli, seudónimo del escritor Eduard Douwes Dekker (1820-1887). Su novela más célebre es Max Hávelaar (1860), cuya traducción del neerlandés por Francisco Carrasquer ahora se reedita. La importancia de esta novela tiene fundamentos sociales: la denuncia del injusto trato a la población asiática en las colonias —hoy Indochina— bajo el amparo del rey de Holanda. Pero el valor emana de su dimensión literaria.

(2)
Multatuli, que regresa a Ámsterdam con la experiencia amarga de la vida en la colonia, no se limita a relatar su caso; sino que despliega la denuncia en una asombrosa multitud de niveles de expresión, que reúne el simbólico —las fábulas sobre la vida de los indígenas—, el dramático —las conversaciones entre los colonos—, el naturalista —los casos concretos—, el satírico —dando voz a los perpetradores de injusticias—, el documental —con un conjunto de cartas oficiales estremecedoras— y, finalmente, la intervención directa, en las páginas finales, donde el propio Multatuli, en su nombre, clama su denuncia.

(3)
Multatuli engasta su historia en un diestro juego de autorías —los narradores son un comerciante burgués y un joven idealista alemán— tan cervantino como borgiano. Y pessoano, pues él mismo se desdobla en dos personajes: Hávelaar y el escritor desgraciado, Chalman. Su portentosa ironía utiliza dos curiosos recursos: el vivo diálogo y apelación constante al lector, y las sarcásticas observaciones metaliterarias sobre la propia escritura de la novela. Ambas características lo hermanan con otro escritor de la misma época, pero del otro lado del planeta: Machado de Assis (1839-1908). El inicio del capítulo IV se diría escrito por el brasileño.