domingo, 12 de abril de 2009

De poëziealbum van een landschapschilder, 3

Al entrar en el cuarto tengo la sensación de que continúo en la calle. Los transeúntes caminan a un paso de donde me he sentado para descalzarme. Comprendo entonces que el problema no está en la habitación holandesa que me acoge con honestidad, sino en cómo los hoteles alzan su frontera con el exterior. Como si el viajero necesitara olvidar que se encuentra en tierra extraña con la ilusión de un hogar. Son interiores exacerbados: se empeñan únicamente en preservar la intimidad con su mala iluminación. La única ley que se respeta aquí es la del disfrute de la luz.