No saben salir de su celda de significados las palabras. No porque permanezca cerrada la puerta o exista un vigilante que todavía no se haya distraído. Nada impide la huida. Ni siquiera la convención perpendicular de los barrotes influye. Dormitan durante la mayor parte del día y por la noche labran, para no sentirse apátridas, cada una su propio campo semántico. Respetuosas. Nunca invaden terrenos vecinos ni alimentan querellas con este propósito. Las palabras. En su mínima estancia de dos por dos, un estante de obra con un reloj de cuerda encima y una mesa vacía. Con eso les basta.